— Yo creo que la mejor etapa del mundo es esta o es la que viene, si agarrás bien la ola no hay nada mejor que la serenidad con solvencia económica y experiencia, no hay nada mejor que eso, porque tenés todo a favor, siempre en estas etapas de 15. De 0 a 15 aprendés, lo único que hacés es aprender, pero no en la escuela, aprendés a caminar, a hablar, a desarrollarte, a tener un vocabulario, a saber si sos los del fondo del aula, los de adelante o los del medio, aprendés si sos extrovertido o introvertido, aprendes a masturbarte o a cog*r, cualquier de las dos, pero aprendés los primeros 15 años.
Los segundos 15, o sea de los 15 a los 30, ponés en uso ese aprendizaje sin ningún tipo de experiencia, te va bastante para el orto, e incluso en los éxitos, porque estás tanteando a ciegas. De los 30 a los 45, que es la etapa más energética que vas a tener, porque nadie va a tener más energía que de los 30 a los 45, que es donde formás la familia, donde te pensás en serio, en un futuro, en una labor, en un oficio, en una profesión, en una dinámica. Esa edad tiene en contra que poseés la experiencia pero no necesariamente el capital para desarrollarla, te falta todavía un toque, estás ahí, haciéndola, tratás de hacerla con una pala o llegar a fin de mes o comprarte el departamento o hacer el viaje que querés. Pero estás siempre en donde el dinero está rompiendo los huevos sin parar, porque tenés hijos por primera vez o porque tenés dos o porque tenés tres. O porque no tenés ninguno y entonces queres vivir la vida de diez personas al mismo tiempo. De los 45 a los 60 empezás, si tenés suerte obviamente, a tener una solvencia económica, los hijos están, pero son una ayuda, un acompañamiento, hay un aprendizaje, está todo bien y sobre todo empezaste a aprender realmente a ser tu tarea en tanto tu tarea sea tu vocación.
— ¿En cuál estás vos y cómo te sentís con eso?
— Yo estoy esa, en el 45 a 60, y la estoy pasando muy bien, muchísimo mejor que en todas las etapas anteriores en donde siempre faltaba algo, o experiencia o guita o necesidad, en esta no tengo ninguna cosa que esté fallando, pero me falta todavía el poder decirle que “no” a todo lo que no quiero, por eso cuando me preguntás el objetivo de lo que va a pasar de los 60 a los 75, el objetivo es que no me rompan los huev*s. Es poder decir “no” a cada una de las cosas que no quiero hacer, a dejar de caretear, incluso en la mayor profundidad. Ahora aprendí por suerte a no caretear, no careteo, si algo no me gusta lo digo, si alguien no me gusta me voy, me chupa un huev* bastante todo, todavía quedan cositas, quedan resabios, pero yo creo que estoy hurgando para que a los 60 no haya ni una cosa a la que yo le tenga que decir: “¡Uy! Sí, esto lo tengo que hacer”, ¿sabes por qué?. Porque en esa etapa va a haber una cosa a la que yo le tenga que decir: “Bueno, vení”.
— ¿Cuál es?
— El cáncer, la muerte, la mierd*… Va a venir, ese es el final del camino, es salir de una consulta y que el médico te haya dicho: “Mira, lo que tenés ahí no es bueno”. Esa es la última careteada, y quiero que sea esa, no quiero que sean boludeces. No que te digan: “¡Ay! Tenemos que ir a cenar a lo del matrimonio tal, pero tenemos que ir porque…”.
— Te quiero preguntar por un libro tuyo que son tus charlas con tu hemisferio derecho, que tiene que ver con esto que estamos hablando ¿cómo es la relación con tu diálogo interno?
— Es tremendo. Ese libro inaugura una forma que nunca perdí de comunicación. Soy tremendamente amigo mío, pero tremendamente, por eso también el silencio, la soledad, no sé si es algo que ejercité como musculatura sino más bien algo que tuve que ejercitar para no quedarme en silencio solo, pero yo aprendí a conversar conmigo, a tener idea, pingponearla y poder duplicar en la cabeza el que pregunta y el que responde. En ese libro que se llama “Charlas con mi hemisferio derecho” cuento la primera vez que conocí esta posibilidad que en ese momento era muy rústica, tenía dos lapiceras, una azul y una negra. Y con la azul me hacía preguntas, que no sabía qué repuestas tenían y después agarraba la otra y trataba de contestar con absoluta sinceridad. Esto los chicos hoy lo hacen con el chat GPT, les interesa más hablar con una entidad que con una persona, tienen menos vergüenza para hacerlo. A mí me pasaba eso, yo podría haber ido a un psicólogo, pero preferí construir esta comunicación interna en donde voy entrando y saliendo de mi propio subconsciente, no a placer, no a piacere, pero sí con una estructura y con una verosimilitud. Escribo como respuesta lo que yo creo y la pregunta no me sé la respuesta. Al principio lo hacía con mucha rusticidad, después empezó a fluir y hoy converso conmigo con muchísima naturalidad y no tengo la sensación de estar solo. Jamás me pasa el “no sé qué hacer”, jamás me aburro.
En un viaje en avión o en un lugar tranquilo, que estoy en una sala como esta, con dos micrófonos, donde estoy hablando con el otro de las cosas que más me divierten en el mundo, estoy en mi propia fiesta, me gusta mucho eso. Pero lo encontré, lo busqué, hubo algo y ese “algo” que antes yo te hubiera dicho: “Es una búsqueda creativa”, hoy te puedo confesar que me parece que tiene que ver con que he sido siempre muy antisocial y que necesitaba conversar con alguien. Esto no lo he hablado en ningún lado, no es algo que yo tenga como una teoría para afuera, pero para mí tiene que conversar y tiene que divertirse con los defectos de la otra, cada voz se tiene que divertir, no tiene que ser solemne. Lo que sí ocurre es cuando una de las dos voces se calla, eso siempre fue doloroso y confuso en las etapas en las que yo no sabía que ese era el problema, “¿por qué me está pasando esto? ¿y por qué me está pasando esto otro?”, porque una de las dos voces se calla. Después hay muchísimo suplemento en otras personas, te estoy hablando de mí hoy donde estoy tremendamente cascarrabias y encerrado, pero no siempre fui así. De los 45 a ahora que es esta etapa, es Julieta, mi mujer, sin duda, con las personas que puedo hablar de todo.
— ¿Cómo se diferencia tu crianza con la que vos les das a tus hijas?
— Un montón. Yo era un chico curioso en una casa donde no había mucha curiosidad, no había libros, estaban todo el tiempo persiguiendo alcanzara el dinero. Nunca nos faltó nada ni a mi hermana ni a mí, pero no se hablaba de otra cosa más que de guita, la que faltaba. Cuando el primer tema es la guita hay un problema siempre, no importa si tenés mucha o poca, cuando el primer tema es ese hay un problema y en mi familia había, ese tema era el tema. Y yo era tremendamente curioso. Con mis hijas es muy distinto, tanto la más grande como la que ahora tiene ocho, vivieron en dos casas de dos continentes distintos, en dos circunstancias muy distintas de sus padres, donde lo único común soy yo, el padre, pero nunca fue la guita el primer tema, nunca. La casa está llena de libros, aquella casa está llena de libros y esta casa está llena de libros, pero no de libros para figurar, no de esos libros que juntan polvo en bibliotecas que nadie mira. Libros en el suelo, libros abiertos, libros como diversión, y entonces ese cambio a mí me parece que es fundamental, es un gran cambio respecto a mi infancia, a lo que yo viví.
— Dijiste algo que me quedó grabado: que lo único que te desvela es la fragilidad de la paz.
— Es una locura eso, la fragilidad de la paz, esto que nos está pasando que se da vuelta como una media a las 12:35 de un martes que no le importa a nadie, tu vida se fue al carajo. Eso me da miedo a mí, en cualquiera de sus versiones, me parece espantoso que estemos a merced de ese día, me parece espantoso que no sepamos, que no vengamos el primer día nacemos “che, mira, tal día te va a pasar esto”, que no sé si estaría bueno tampoco, la solución no sé si estaría buena porque estarías todo el tiempo pensando en que va a llegar ese día. Para mí la fragilidad, lo frágil que es la paz, lo tranquilo que estamos a veces sin saber que hay algo que está sobrevolando y que se cae en picada como esas águilas que van a buscar el venado. Entonces te pasa una rarísima y te morís o se muere la persona que más querés en el mundo, o empieza un periplo de sufrimiento eterno de no sé qué, ¡Uy! Dios.
Lo vemos en los diarios y lo vemos a veces que son balas que nos pican cerca, pero están ahí esas balas y nosotros estamos ahí poniendo el pecho en la calle todos los días. Nos puede pasar. El tema de ser permanentemente consciente de lo frágil de estar en paz, hace que acariciemos más, abracemos más cosas que parecen no ser nada pero que son las únicas importantes, esas cosas que pasan a veces. Viste cuando sos chico que no tenés la menor idea de que estás pasando una Navidad con tus cuatro abuelos y no te das cuenta que es magia. Un día pasé mi Navidad con mis cuatro abuelos y mi papá y mi mamá y están todos vivos alrededor de una mesa y yo pensando cualquier boludez ese día. Capaz que me fui afuera a fumar un porro porque me parecía que la vida estaba en otro lado y adentro, donde yo pensaba que no había nada, estaban todos vivos, qué loco eso ¿no?
No hay comentarios:
Publicar un comentario