miércoles, 18 de noviembre de 2009

El tauromáquico (segunga entrega)

Hablando de felicidad, me acorde de ella: Felicidad, ¿Cómo es posible que una fémina como ella, lleve ese nombre? Esa palabra encierra un gran misterio, algo así como la lámpara maravillosa al cual al frotarla (hablando de frotar se han dado cuenta que facilingas se ponen cuando uno las frota (no me refiero a las lámparas)), dice que aparecía Sherk 2 el cual te concedía todos tus deseos (¿Todos? ¡No lo creo!, existen deseos difíciles de satisfacer, son tan difíciles de complacer que uno no puede imaginarse que cosas esas serán y allí surge la gran incógnita ¿Qué serán esas cosas difíciles de complacer?) Desde luego que una de ellas es Felicidad (¡no la Felicidad, sino Felicidad!), a pesar de su raro encanto, tenía una nariz preciosa, unos ojos ídem, y muchos ídem que no vale la pena recordar, pero tampoco no pierdan de vista que se llevó mis adorados y así sucede siempre a lo largo de los años, siempre aparecerá un sableador en tu vida, si no es el vecino de la esquina, es la sobrina del peluquero o mi primo Alfonso. Nunca entendí por que los llaman sableadores, en todo caso deberían llamarlos cosacos, y en cambio a los cosacos les dicen artilleros, como si tendría algo que ver los cañones con el huiski.

Es que la gente es propensa a poner nombres a todo y lo primero que se les pone a mano o mejor dicho a la mente, lo pronuncian y listo el pollo, ese tipo, esa pelada o esa cosa termina llamándose, mesa, silla, león, cuatro ojos, doble ancho, linterna, máquina de escribir, la invisible, perro Sandi, tordo Iriarte, mono Columba, pollo Franco y así sucesivamente hasta llegar a la estrella más alejada del firmamento a la que le pusieron el nombre que le dio la gana el que la descubrió.

Y así también sucede con esos padres desalmados que ponen cada nombre a sus hijos ¡que es una barbaridad! Imagínense llamarlo Anuncio, Fulgencio, Inocencio, Virgilio, Eraclea, Oscar, Clemencia, Duquesa, Hipólito, Cícera, Carlos, Virginia, Lucrecia y mil más, debería existir cárcel para todos aquellos notarios que escriben esos nombres en las partidas de nacimiento, matrimonio y defunción.

Ya que tocamos el tema de los nombre, tocar, esa es otra gran palabra; tocar también es una acción deleitosa (yo te toco, tú me tocas, yo te cojo, tú me sigues tocando) uno de los placeres más renombrados esta en tocar: tocar la pelambrera de una cunumi rasta; toque de erudición; poner el culo en el toco; toquetearla; retocar el peinado; toque de santo, piedra de toque; tocar mis deseos, toque de atención, verdaderamente tocar, comer, orinar, cagar y dormir están en los placeres más grandes que la naturaleza nos ha concebido.

1 comentario:

  1. Sandalio, Dominga, Acisclo, Custodio, Críspulo, Droctoveo, Gumersindo, Bricio, Ciriaco, Modesto, Rugiero, Servando, Ilinio, Nazario, Nepomuceno, Elisardo, Fabriciano, Tiburcio, Ulpiano, Venancio... todos nombres. ¿Cuál te gusta más?

    Yo creo que lo de sableadores vendrá porque un sable -un arma- puede herirte y desangrarte. Los sableadores "te desangran". Quizás sea por eso. Es sólo especulación.

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