jueves, 23 de febrero de 2023

0659: “Sos infeliz y es tu culpa”

Tu problema sos vos

Qué lindo sería creer esto. Sería el principio de una decisión sanadora: yo tengo este problema, voy a trabajar para mejorar, tomará tiempo, pero puedo hacerlo. Pero no, siempre la culpa es del otro: “no me aman”, “no me aceptan”, “todos tienen la culpa, menos yo”.

Más allá del chiste de Los Simpson, esto es algo que escucho todo el tiempo. Y cada día me cuesta más comprender. Porque, a ver… tenés un problema que te afecta, y frente a eso, ¿tu inteligente decisión es extrapolar el tema y culpar a otros, dejando la solución en manos de otra persona, que también se odia, que también está llena de excusas, y que tampoco se hace cargo de sus problemas? Quiero creer que no.

La manera de resolverlo es siempre encarar el problema y trabajar para su solución. Ojo, ese es el camino largo, el que no te gusta, el camino difícil. Lo difícil es desafiante para la gente que se ama. ¿Vos te amas? Demasiado pronto para responder eso, esperemos un poco. Tu problema sos vos, y eso es hermoso, porque en tu ser está el problema, pero también la solución.

¿Promoverá esto el individualismo? Yo creo, fervientemente, que la felicidad colectiva sólo puede ser lograda a través de la felicidad individual. ¡Pará! ¿No era que los demás no importaban? Contradicciones como esta vas a encontrar un montón en este libro; las contradicciones son la base del pensamiento. Pensá por vos, acá vas a encontrar sólo palabras.

Cuanto menos creí en mí, más sufrí

Amo esa frase, la amo hoy porque odié su significado durante mucho tiempo: imaginate que pudiste levantar las excusas, que dejaste de ser tu propio obstáculo, y justo en ese momento… ¡dejás de creer en vos y empezás a sentir que no podés! Es súper comprensible, pero quedarte en ese estado puede ser peligroso. Pensar que no podés es la peor excusa, y pensás que no podés porque estás viendo solamente el final del camino, y yo te digo que los sueños o deseos deben asumirse completos. ¿Qué quiero decir?

Si tu sueño es llegar a la cima de la montaña, tu cerebro no piensa en el entrenamiento, en el campamento, en la estrategia, en nada; tu cerebro te ve en la cima, sonriendo como un pelotudo. Te ve subiendo a Instagram tu poco original aventura, y más que nada y lamentable, buscando el reconocimiento ajeno. Así vamos mal.

Por el contrario, creer en vos como autor de un logro, va a dibujar en tu cara una sonrisa inolvidable y honesta, y eso es algo que podés guardar para utilizar en los momentos de duda, cuando las defensas bajen. Aprender una frase como “yo creo en mí” antes de encarar la batalla diaria de la vida puede resultar de vital importancia. Las frases “yo puedo” o “yo soy de los que hacen” van a llevarte, inevitablemente, a la evolución.

A veces pienso en las personas que no disfrutan el camino, y me cuesta comprenderlas, como me cuesta comprender haber sido una de ellas. Volvamos al ejemplo de la cima de la montaña: ¿no habrá valido la pena todo el sacrificio, todo el tiempo de entrenamiento, cada paso, cada pensamiento, cada puto momento en el cual fuiste feliz en el recorrido? Algo me dice que estás pensando que me estoy contradiciendo otra vez, y es posible, pero para mí, la mediocridad no consiste en no llegar a la cima, la mediocridad consiste en no dejar todo en el intento.

No creer en vos te va a llevar a un mundo de dolor, y no precisamente dolor del bueno, del que enseña, sino del otro, el dolor que lastima, ese que alimenta la voz del odio propio (existe odio propio así como existe amor propio). La duda es el enemigo, y debe ser desterrada a toda costa. Yo suelo ver a la duda como una torta de chocolate, vos podés verla como algo que te tiente mucho; porque cuando te estás cuidando en una dieta, podés decir que no a equis tentación, pero no podés evitar la duda. Pero puede ser un ejercicio divertido: dudar, ir por todo, lastimarse y sufrir, atesorar, capitalizar, ser mejor, evolucionar.

Lo peor de dudar no es la parte práctica, es lo que se sufre dudando. Cuando estás sentado sin haber hecho nada, autodestruyéndote a “no-puedos”, inmóvil, inerte, siendo nada, ni siquiera un intento, la duda te lleva a mirar hacia afuera, a buscar aprobación, a ver sólo las posibilidades del otro, y eso no es recomendable, es algo lamentable.

Sí, vas a tener gente que te va a estimular para que lo intentes, pero si necesitás de ellos para hacerlo, estás complicado. A mí me gusta llamarlos placebos, y no son más que otro tipo de excusas. Te aviso que no sirven, o sólo sirven como una motivación secundaria, pasajera, vaga. Ay, Marcos, ¿no es un poco extremo lo que decís? Ya lo dijimos, nada más extremo que buscar ser feliz.

Antes de ser cocinero, cuando era más joven y tenía obesidad mórbida, me pasaba el día sentado en un sillón mirando películas. Me acuerdo particularmente de Matrix, la escena en que Morpheus le ofrece a Neo una oportunidad. Básicamente, le dice: “Escuchame, nene, ¿querés saber la verdad?, ¿vivir la realidad?, ¿querés jugártela? O preferís seguir viviendo esta vida de mentira, esta vida horrenda que vivís ahora… Tenés que tomar una decisión”. Quizá no se lo dijo tan así, imaginátelo más cinematográfico, pero la verdad es que todos los días, cuando me levanto, me imagino a Morpheus ofreciéndome dos pastillas: ¿Qué queres? ¿Querés ser feliz? ¿O querés ser esto que sos ahora? Mi respuesta cambia según los días, pero sé que siempre podés ser alguien diferente, alguien mejor; vos sos el que tiene el frasquito de pastillas, la elección es tuya.

Qué loco pensar que tenés el control, ¿no? Bueno no tenés control, para nada, al mundo le chupas un huevo, y está bien que así sea. Lo que sí podés controlar, o mejor dicho, trabajar, es en cómo te impacta ese mundo a vos. ¿Me van a lastimar? Me defiendo.

Muestro que conmigo no se jode. Si me atacan, recibirán una respuesta agresiva. Ojo, ser agresivo no quiere decir ser violento: agresivo es bueno, violento es malo. Ya lo explicaremos, ojalá me acuerde, y si no, vas a tener que pensar. Qué cagada, ¿no?

 Por Marcos Di Cesare

  

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