domingo, 26 de febrero de 2023

0660: una cena de amigos: el sábado por la noche

—En este país hace falta mano dura, porque está lleno de vagos. Necesitamos un gobierno fuerte.

—¿Aún más fuerte?

Preguntó Ignacio.

—¡Mucho más fuerte! ¡Un Trujillo es lo que necesitaríamos!

—No digas tonterías, Marcos, por favor

Él se volvió hacia ella, irritado.

—Sólo los tontos dicen tonterías.

—Lola, ¿fuiste a ver los vestiditos que te dije?

Cortó Elena.

—Pasé anteayer por la tarde, de vuelta de la facultad.

—Porque ahora estudia, ¿sabéis? Claro, como le sobra el tiempo en casa

—No empecemos.

—Como le sobran horas, y no hay que ocuparse de la niña, ni preparar la comida de su marido, porque para eso contamos con una chica de servicio, pues ella puede irse cada día un rato a la universidad a perder el tiempo.

—¿Y qué quieres, que pase el día en casa y me convierta en una arpía doméstica que sólo sabe controlar las vidas de los demás y meterse donde no le llaman?

—¿Por quién lo dices?

—Por nadie.

—Mira, como empieces otra vez a criticar a mi madre voy a perder la paciencia.

—¡Dong! Tiempo. Chicos, es noche de sábado, hemos salido para divertirnos y, además, los trapos sucios se lavan en casa.

—Eso, divirtámonos

Dijo Lola, y vació su vaso de un trago

—Hoy me siento tremendamente divertida.

Elena y su marido cruzaron una mirada.

—Tan divertida que quiero empezar a reírme lo antes posible. ¡Camarero, otra botella!

—¿No has bebido suficiente?

—¿Me vas a dar lecciones? ¿Pretendes dármelas cuando tú te has liquidado dos piscos sours, antes de salir de casa como quien bebe agua? ¡Anda y que te zurzan!

—Haz lo que te dé la gana.

Los esfuerzos combinados de Elena e Ignacio no lograron remontar el alicaído espíritu de la cena, así que cuando terminó tardía, trabajosamente, porque el camarero no se dio prisa ni en traer la nota ni en devolver luego el cambio he iban saliendo del local, un alboroto detrás de ellos rompió su ensimismamiento. Marcos y Lola se estaban peleando a grito pelado, y un par de camareros revoloteaban por las proximidades con ánimo de intervención. Ellos se acercaron rápidamente hasta el escenario del rifirrafe.

—¿Negarás que estuviste provocando a ese tipo?

—¡Estás loco! ¡No le había visto en mi vida!

—Entonces, ¿por qué ha venido hasta aquí a rondarte?

—¡Y yo qué sé! ¡Porque le habré gustado, supongo!

—¡Exacto, supones bien! ¡Y porque le habrás dado a entender que eres lo que todo el mundo ve que eres!

—¿Y qué soy, si puede saberse?

—¡¡Una puta!!

El término inexorable había sido pronunciado. Lola, lívida, arrancó de una mesa un vaso de coca cola y la tiró a la cara de su cónyuge, que quedó chorreando. Y cuando él se iba a lanzar sobre ella, los dos camareros lo detuvieron y lo paralizaron, dando tiempo a Lola de precipitarse hacia la puerta. Elena salió tras sus pasos, mientras Ignacio intentaba pacificar a Marcos y a los camareros, que prolongaban la bronca para entretenimiento y solaz de los demás clientes.

Cuando, algunas horas más tarde, regresaban en taxi a su casa, Ignacio se sentía francamente deprimido. Estas explosiones de sordidez conyugal entre amigos parecían indicadores de la gran traición del mundo adulto: ¿acaso no estaban Marcos y Lola aparentemente diseñados para constituir la pareja perfecta? ¿Qué estaba ocurriendo? 

4 comentarios:

  1. «Una DELICIOSA cena de amigos», diría yo.
    Un abrazo.

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  2. Hooombre, perfecta lo que se dice perfecta va a ser que no - me refiero a la pareja de Marcos y Lola- es más, te diría que es la típica escena de pareja con claros síntomas de desintegración, por intentar ser moderada en mi lenguaje. Eso sí, el relato tan real como la vida misma. Muchas gracias!

    Un abrazo fuerte!

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  3. jajajaja que cena tan entretenida yo me la pasariacomiendo viendo la escena jajajajajajajaja

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