El gobernador, el alcalde, y el director de la policía; más las fuerzas laboriosas y pujantes de la nación se han reunido de emergencia para tratar un tema escabroso como es la inseguridad ciudadana. En el majestuoso ayuntamiento se han escuchado rimbombantes declaraciones gruñidas a pescuezo desplumado de esclarecidos vecinos que han sido mancillados en su amor propio por la delincuencia y sus ramas afines, anexas y convexas.
Nemesio, maestro práctico naturalista, en representación de la minoría subyugada de esta urbe metropolitana también ha lanzado la voz de alarma, alarmando a propios y extraños cuando, con una crudeza microscópica a develado un complot mundial que nace y se reproduce con la fuerza de un ciclón allá en aquellos países del Sol naciente y nace en la rudeza de una Academia de la Conquista.
Con la pretensión de satisfacer el oscurantismo supino, Nemesio les gráfica en un epígrafe lo que significará en el futuro la existencia de la víctimas copuchentas, pues al propagarse la epidemia de las Academias de Conquista, el mujerío adquirirán tácticas y estrategias que cohabitarán en el diario encuentro “casual” y allí uno se topará con guiños, fruncimiento de labios, arqueamientos de cejas, sonrisas, miradas cautivadoras y platicas con doble sentido, que el más memo no tendrá más remedio que deducir y seguir la corriente.
Nosotros quedamos estupefactivamente putrefactos, pues nos dimos cuenta que ya nadie estará a salvo y cualquier fémina podrá hacer de nosotros lo que le da la gana y no sólo cuando tenga ganas.
Los productores de plátano son los únicos felices, pues ellas se pasaran todo el día chupando sus bananos. De igual manera han manifestado su alegría los que venden helado con palito.
Más el gobierno francés ha tomado cartas en el asunto ante la eminencia de las Academias de Conquista y con el fin de evitar que a los galos les metan gato por liebre ha prohibido la operaciones de cirugía plástica y el implante de aditamentos “bonitos pero altamente peligrosos” para los matrimonios todavía estables en la tierra de Ápterix.
En cambio, acá al sur de la frontera, las cosas funcionan al ritmo del latinlover y nuestro obsequioso y asonántico Nemesio fue abucheado y tachado de involucionado, insultándolo llamándole: barbero y mengue y lengue y perendengue.
Y de este modo, los cojonudos quedamos librados a nuestra propia suerte.
Ahora le podemos llamar como queramos. ¿Acaso los productores de plátanos ahora venden bananas?
ResponderEliminarMuy lírico y elevado.
No es que las féminas no hagan de los hombres lo que quieran es que ellos se dejan hacer no más.
ResponderEliminarUn beso.
Opino como la Malquerida, ustedes se dejan llevar y punto...En cuando a los cojonudos, no creo que lo seas, eres muy astuto amigo.
ResponderEliminarUn abrazo.