108: A VECES ESO DE SER ESCLAVO NO ES TAN MALO, SEGÚN COMO SE MIRE

La clave de la felicidad está en esclavizar el arte de la mentira. Y para qué usted goce de credibilidad, es necesario contar con dos amigos veraces, sinceros y honestos que corroboren cuanto usted exprese.

Después de varios fracasos sentimentales, he llegado a la conclusión que el ser veraz trae a la corta problemas de índole amorosa. La sinceridad nunca será comprendida, cuando uno respondiendo a su pregunta, le contesta algo diferente de lo que ella quería escuchar.

Después de haber sido arrojado a la calle (en la oscuridad de la noche), por haberme negado (inconscientemente), a mentirle cuando ella alababa la honestidad de sus hermanos (de su empresa de pompas fúnebres), he llegado a la triste conclusión que una mentira me hubiera librado de esas calamidades.

Cuando niño (allá donde se pierde el tiempo), me enseñaron “que el amor todo lo vence” y en ese sentido a todas las que ame siempre les dije la verdad y las verdades que les decía se transformaban en sentencias de finiquito y desalojo de sus corazones, casas y cuentas corrientes y el famoso dicho se iba por donde llegó.

Después de haber perdido la credibilidad, por decir siempre la verdad, hice un acto de constricción por mis pecados juveniles y dando un paso dentro de la madurez, decidí transformarme en el hombre que cautiva a las mujeres diciéndoles siempre lo que ellas quieren escuchar.

En ese hombre maravilloso que aplaude cuánto ella piense o diga.

En ese dechado de virtudes escolásticas que alaba sus trapos, y costumbres, y que nunca critica los colores espantosos con los que ella combina su vestir; tampoco lanza la voz de alarma cuando ella se enfunda en un pantalón y sus carnes buscan colocación por donde quepan. Tampoco crítico a sus amistades de sexo indefinido, ni el modo de pintarrajearse la cara.

A partir de ese momento me transforme en la pareja ideal, adoptando la pose de metafísico acaramelado, en un desprendido neoliberal, haciendo mía esas acreditadísimas locuciones que dicen: «dejar hacer, dejar pasar»

Aquellos que pretendan seguir este sano y provechoso consejo les doy la única advertencia: “Nunca se duerman, siempre estén alertas, pues la verdad pugnará salir a flote en cualquier momento y si ustedes no están en guardia (vigilando sus pensamientos), principalmente a sus ojos que pueden traicionarlos con una mirada de asco; también deberán vigilar a su boca pues ésta siempre está presta a una mueca de desagrado”

Refrenados estos pequeñines detalles su vida transcurrirá sosegada, envueltos de pasión y su pareja los ensalzará ante propios y extraños.

¿Acaso no todos pretendemos vegetar felices?