lunes, 19 de diciembre de 2011

163: Me miró desde allí abajo: tenía los ojos de una prostituta jubilada que jamás había disfrutado su trabajo.

A media cuadra de mi casa, ufano frente a ella se pasea un can gruñón que me obliga a dar un rodeo para librar mis pantorrillas de sus colmillos. Miro a mi alrededor y solo veo desorden y mi cama vacía y la extraño, como extraño al can gruñón que desapareció sin dar explicaciones igual que lo hizo mi festejada.

Estamos hechos para los usos y las costumbres; nos acostumbramos aún a aquellas cosas que nos llenan de zozobra, miedo y terror; y con mayor razón a todas aquellas que nos han dispensado el usufructúo de su percepción y de sus cámaras.

Y buscamos llenar los lugares vacíos con nuevas experiencias y con el temor de nuevos abandonos somos más pródigos con las nuevas adquisiciones; cediendo aún en aquellas cosas que antaño éramos tan avaros y con eso simplemente seguimos tejiendo la trama en que caeremos días después.

Se dice que el elefante jamás olvida, pero que el copuchento podrá tropezar en la misma piedra muchas veces y así será hasta aquel momento en que comprendamos que el amor no consiste en ceder en todo, y por evitar discusiones simplemente dice: ¡Sí querida! ¡Sí mi amor! ¡Tú siempre tienes la razón!

Y ellas se vuelven locas de coraje, los ovarios se les revuelven en las tripas y su raciocinio se traba como manivela de máquina de coser y lo mandan a uno a la mierda. Pues lo que ellas ansían es una confrontación que las obligue a solucionar el intrilinguis en la cama.

Y no tener que ir a la cama como una obligación marital y fingir placer y sonreír con picardía y pedir el repete del copuchento que fue por la misma razón y no sabe ni entiende a su pareja.

Lo que quiero decir es que todavía muchos de ustedes no han comprendido esa canción que dice que después de la tormenta viene la calma y eso es algo que las féminas ansían con ansia sincopada en sus fueros internos y que no hay nada mejor que una trabazón dialéctica para ponerle sabor a una relación que se va por el caño.

El can volvió y ya no está gruñón; en cambio la gruñona…se perdió para siempre.

4 comentarios:

  1. La calma es la tumba del deseo je.



    Besos.

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  2. Chaly, es muy cierto. Después de la tormenta siempre llega la calma...
    Pienso que, cuando una relación está pasando un mal momento, no hay que ser arrebatado:
    No todas las tormentas tienen como consecuencia que el barco se hunda...A veces, si se logra tener un diálogo adulto, la relación sale fortalecida.

    Un beso
    Maribe

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  3. Me quedo pensando en el doble valor de la calma… tan ansiada en tiempos de tormenta y tan irreversible cuando una pareja se desbarranca, sin siquiera percibirlo, por el sopor.

    Un agitado abrazo,
    D.

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  4. Gracias por llegar a mi blog, y dejar tus palabras. En enero me reincorporaré de lleno a mi blog. Se publica mi libro, y ya podré estar con vosotros.
    Muchos besos.
    Felices fiestas.

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