Flavia llegó desconsolada y entre lloriqueos y moqueadas me comento que su “amor de toda la vida” se la había hecho con una de sus amigas. Yo le replique que esta era la tercera vez que ella llegaba a mi dormitorio con ese pretexto. Atormentado por su sufrimiento, le recordé el rapapolvo que le plante la primera vez que llego con la consabida historia:
No confíes nunca en aquellos que suelen clavar los ojos en el rostro de las muchachuelas, que agarran su mano y aprietan sus dedos, que empujan pie con pie, que les echan la mano al cuello o al seno y otras cosas similares contrarias a la vergüenza y al buen gusto. Acuérdate del lobo y la cabritilla. La cabra manda a la cabritilla que no salga del redil hasta que ella volviera de bastonear. El lobo, acercándose la caída del sol, se paró a la puerta del redil y comenzó a emitir el sonido de una cabra y dijo a la cabritilla: “Soy tu madre, sal a mi encuentro y te daré de mamar” La cabritilla desprevenida salió y de inmediato fue cogida por el lobo. En efecto esos lobos al principio lanzan palabras fervorosas como si estuvieran imitando la voz de una cabra y después de haberlas cogido desprevenidas cambian sus palabras y las abandonan como a las demás”
Flavia, me replicó que nunca olvidó esas palabras, pero date cuenta me dijo: -estaba quebrantada por el abandono de Juan, buscaba desesperada a alguien que tapara el hueco y cuando apareció Jaime, era tan lindo, con su carita sonrojada y un bulto enorme, que me olvide de todo y salí del redil y me puse a mamar. Tú mismo me dijiste muchas veces que la suerte es calva y que hay que agarrarla por los pelos.
Quede impresionado por sus palabras y solo atine a preguntarle: -¿Cómo es que tú siempre le atinas a encontrar hombres idénticos? Flavia, me replico: -¿Recuerdas el cuento de Caperucita Roja? y esas palabras escritas al final, que dicen:
Vemos aquí que las jovencitas elegantes, bien tetudas y bonitas, hacen mal en oír a ciertas gentes, y que no hay que extrañarse de que a tantas el lobo se las coja. Digo el lobo, porque estos groseros no todos son iguales: los hay con un carácter excelente y humor afable, dulce y complaciente, que sin ruido, sin hiel ni irritación persiguen a las mozas, llegando detrás de ellas a la casa y hasta la habitación. ¿Quién ignora que lobos tan melosos son los más peligrosos”
Flavia, continúo: -Como has escuchado, dime: ¿Qué mujer huira de un tipo así?
cuidado con los lobos... y con las tetudas y bonitas también que no soy tan inocentes!
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besos chaly
Ojo, Chaly! No vaya a ser que la tetuda bonita sea la que seduzca al Lobo, para luego dejarlo por un Lobo mejor dotado, ya sea física o monetariamente!! =0
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