Y su amiga, me llamó por teléfono y me lo contó. Esa noticia me entristeció mucho y más aún el no poderla ayudar. Escarbe en mis recuerdos y no encontré las palabras que aliviasen ese dolor. Y me di cuenta que nadie podría ayudarla en razón de ser ella terca como nadie, no haría caso a consejo alguno, ella es de esa clase de personas que se trazan el rumbo de sus vidas y no se separan de él ni un milímetro a la derecha o a la izquierda; que no miran para ningún lado: solo al frente.
Ella es esa clase de persona, que no saben perdonar, que viven mordiendo su amargura, que se deleitan con su sufrimiento… en silencio. Uno la puede ver en la calle, sonriente, amable, gentil, pero sus ojos son secos y el rictus de su boca la denuncia.
Colgué el teléfono con lentitud. Pensé en llamarla pero al instante deseche esa idea por inoportuna. Y me reconforte con el pensamiento que cada persona sigue el camino que su santa gana le da.
Muy cierto, cada uno escoge su propio camino.
ResponderEliminarBeso