— ¿Y él? ¿Quién es? ¿De dónde ha salido?
— ¡Uf! Es un hombre de aquí con una
historia complicada. En estos últimos tres años se ha hecho sitio entre gente
bien situada, porque hay que reconocer que encanto le sobra, y ahí lo tienes hecho
un señor al que al final se le ocurre ir a fijarse en una niña más simple que
una mata de habas, guapa, ingenua... Un bocadito, vamos.
—Desengáñate, ahora ya no hay chicas ingenuas
a los veinte años.
—Ingenua de otra manera, sí, pero
ingenua al fin y al cabo; o sea: con alguna experiencia de lobeznos y ninguna
con lobos, que es a lo que me refiero.
—Bueno. No tiene por qué ser un desastre,
aunque no parezca el tipo de relación más aconsejable. Pero vamos por partes.
Primero: ¿está decidida?
—Está empeñada.
— ¿Y sus padres?
—Pues él poco menos que limpiando la
escopeta y mi hermana, te puedes imaginar: desconsolada.
—De todos modos: esto suele ser un drama
hasta que deja de serlo, como sabes muy bien. Al fin y al cabo él tiene dinero
y, como dice el buen pueblo, el que no la corre de soltero la corre de casado y
eso es un punto a su favor. Puede ser un buen novio, es cuestión de darle
carrete y ver qué pasa. Tú sabes el tamiz que es el tiempo. ¿Por qué no le
frenan las prisas a la niña, de momento? Con buena cara, se entiende, no vaya a
ser que se os embarace en plan retador.
—Pues vaya consuelo.
—El que hay. ¿Qué van a hacer los
padres, a ver? Si ella se emperra, o la enjaulas o matas al otro. Yo entiendo
tu pesar, si yo tuviera una hija en estos trances le abriría las puertas al
lobo y por detrás incitaría a los ex enamorados de mi hija que volviesen a
cortejarla.
Hay que dejar que el amor fluya!
ResponderEliminarSi la niña ya tiene edad suficiente para saber lo que quiere ¿porqué no?... No es la primera pareja que con tantos años de diferencia son felices.
ResponderEliminarAbrazo.