Siempre ella me tachó de inmaduro y tal vez por ese desliz mío ella se alzó con sus petates y traspuso la puerta, llevándose mis ahorros y mi corazón. Los días que subsiguieron a esa tragedia sentimental se transformó en una persecución implacable en procura que ella me devolviese lo que era mío por derecho y sudor de la frente. Nones, me mandó al carajo y volvió a sacar el tema de la inmadurez.
Alguna vez, la fulana de Estambul, me dijo: ¿cuándo maduraras? Siempre pensé que el día que madure sería sabroso y que las prójimas enloquecerían por mí. Pero una vez que me sentí maduro no experimente nada de lo que había creído antaño.
Un día de repente, ella asomo su carita risueña y dejo correr con un suspiro que quizá volviese al nido vacío y al notar mi indiferencia quedó estupefacta y medio turulata. Posiblemente, también a ustedes les acaeció lo mismo y no es de extrañarse, pues cuando, alguien madura se transforma en un ente autosuficiente.
Y ese ser autosuficiente, ya no necesita, eso que necesitan los inmaduros: una mujer atada a sus cojones.
uh! eso es madurar?
ResponderEliminarentonces soy madura... muy madura!
abrazos Chaly
Cuando uno madura hay que tener cuidado en no pudrirse demasiado rápido o se quedara uno irremediablemente solo.
ResponderEliminarSoy madura entonces! jaja
ResponderEliminarLo que dice La Maqluerida es muy cierto, madurar no quiere decir volverse un amargado sin control, cada quién lo vive diferente.
Saludos