527: Ya estoy harto de escribir poesías, acrósticos y otras layas

---Porque estoy convencido de que si le dedicas una poesía a una mujer, la trama de tu existencia se te enredó desde ese momento y para toda la vida. Sobre todo si después te separas de esa mujer. Cosas que pasan, es muy dinámico todo. La siguiente mujer con la que te enganches, por más que la quieras y la adores sinceramente, sabiendo ella que eres el autor de la poesía, qué se yo, “Lucinda”, va a vivir a tu lado con la mente entablillada por creer que Lucinda fue el amor de tu vida. A las mujeres les preocupa eso del “amor de mi vida”. Y para refutárselo, no te va a quedar otra que escribirle también a ella un poesía al que deberás titular con su nombre, qué se yo, por ejemplo “Neptaly” y ruega que la poesía Neptaly te salga más inspirada que Lucinda o al menos que no tenga una repercusión menor, porque en ese caso, al cotidiano con la mujer te lo regalo, vivirás cagado has¬ta tu última morada. Pero ponle que de Neptaly también te separas porque… bueno, qué se yo, no importan los motivos. El abogado Buitreago se casó cinco veces y uno no anda averiguando los motivos. Cada pareja es un mundo. Y porque somos así, pollerudos obsecuentes, te enganchas con… “Zulma” Bueno la cosa es que, por lo que expuse anteriormente, a Zulma también le vas a tener que escribir una poesía… y así hasta el infinito. Por el resto de tú vida siempre vivirás idiotizado por aquel error inicial de haber titulado una poesía con el nombre de tu mujer del momento. Tus compo¬siciones terminarán surgiendo por obligaciones conyugales y no por inspiración. A un poeta amigo mío le pasó y se quiso matar. Tuvo que dedicarse a otra cosa. Se terminó poniendo una fábrica de pinturas en Cochabamba.
--- ¿Quién se puede enganchar con una mujer que se llame Zulma?
---Mi prima se llama Zulma.
--- ¿Tiene novio tu prima?
---No.
--- ¡No te digo!