Serge
llevaba ya un lustro bajando las persianas de tugurios en los que besaba a
mujeres y tocaba el piano con la misma intensidad. Su
imagen de cantautor rebelde, su rol de enfant
terrible, sus
letras juguetonas y, sobre todo, canciones como Le
Poinçonneur des Lilas protagonizada por un revisor de
metro suicida, le habían dado fama mundial.
ESCÁNDALO
EN EL ESTUDIO DE GRABACIÓN
Para
Serge todo empezó como un juego. Primero, con la ayuda de Michel Colombier al
fusilar los acordes de A Whiter Shade of Pale, número uno indiscutible de la radio
fórmula francesa ese verano que estaba facturado por el grupo Procol Harum.
Después, al inspirarse para su letra en un discurso de Salvador Dalí del que su
primera mujer, Elisabeth Levitsky, había sido asistente. “Picasso es español. Yo, también.
Picasso es un genio. Yo, también. Picasso es un comunista. Yo, tampoco”. Bajo aquel mantra daliniano
pergeñó su “Te amo…yo tampoco”. El último movimiento fue proponerle a Bardot
cantarla a dúo como si realmente estuvieran haciendo el amor.
Dos
días más tarde, el 10 de diciembre de 1967, los amantes entraban al estudio
para grabar Je t’aime… moi
non plus. Al
cantarla, ambos arrastraban las palabras [“Je
vais et je viens, entre tes reins” (Voy y vengo, entre tus caderas) / “Tu
es la vague, moi l’île nue” (Tú eres la ola, yo la isla desnuda) / “L’amour physique est sans issue” (El amor físico es un callejón
sin salida)].
Lo
hacían, tal vez, sin saber que con aquello daban carpetazo a su romance. Bueno, más bien daban la excusa para que
Gunter Sachs forzara su final.
Al
día siguiente, el marido de Brigitte, al igual que toda Francia, escucharía la
canción en Radio Europa 1. Sus celos justificados –el técnico
de sonido de la grabación desvelaría más tarde que, para hacer creíbles sus
susurros, la pareja se había “tocado” ante los micrófonos– acabaron en un
despacho de abogados. Así,
con medio país escandalizado, Sachs amenazó a la emisora con llevarla a los
tribunales mientras Brigitte convencía a Gainsbourg de que no incluyera la
grabación en su inminente disco.
Serge
no lo hizo, pero si trató de conseguir, sin éxito, que Marianne Faithfull o
Valerie Lagrange, interpretaran las partes de Bardot para poder editarla de
nuevo. Acababa de cumplir 40 años y el que estaba llamado a ser el pasaje más
caliente de su biografía, se había enfriado. Pero no su pasión por la belleza
femenina. Tan solo tardó un año en volver a
obsesionarse con una mujer.
El
culpable fue el director de cine Pierre Grimblat y su oferta para protagonizar
el drama Slogan junto a Jane Birkin. Aquella
veinteañera londinense llegaba de rodar Blow Up (1966) con Michelangelo
Antonioni. La joven, recién divorciada y con un bebé, había escandalizado a su
país al desnudarse y mostrar su vello púbico en la cinta. Frente a la cámara
era dinamita, pura provocación. La química con Gainsbourg era inevitable. La
fascinación del francés por ella, también.
La
seducción empezó con la primera claqueta del rodaje y desde la primera noche.
Su primera cita fue una fiesta improvisada por Grimblat. Gainsbourg y Birkin
bailaron hasta el amanecer, Serge la llevó a sus rincones fetiche, de un club
de travestis a un bareto ruso. Acabaron en la habitación del Hotel Hilton que
Serge solía frecuentar con sus conquistas. Birkin aseguró tiempo después que
nunca sucedió nada en aquella suite. Pero sus noches juntos no cesaron. Serge
la llevó a Venecia y París y ella se rindió a sus encantos. Bueno, a casi todo.
Le costó acceder a algo que a Gainsbourg le obsesionaba desde que la conoció:
volver a grabar con ella Je T’aime… moi non plus. La actriz no confiaba en sus
dotes como cantante, pero Serge no era un tipo cualquiera. Ya no era Lucien,
seguía saliéndose con la suya.
LA
OBSESIÓN DEFINITIVA
Un
año y cuatro días después de la grabación con Bardot, el 14 de diciembre de
1968, Gainsbourg volvía al estudio, ésta vez con Jane, para registrar la nueva
versión. El arreglista del tema fue Arthur Greenslade, con el que John Barry,
el ex marido de Birkin, había trabajado para la banda sonora de Goldfinger. El propio Barry sugirió a su otrora esposa que era la
persona idónea para dar forma a la canción donde ella fingía un coito con su
nuevo amor. Arte
en estado puro.
La aniñada voz de Birkin funcionaba aún
mejor que la de la rotunda Brigitte Bardot. Pero la discográfica de Gainsbourg
temía que volviera a repetirse aquel escándalo. Por eso, la portada del
single, editado en febrero de 1969, especificaba que su contenido no era
recomendable para menores de 21 años. Aquella pegatina no evitó el revuelo. Ni
las ventas de discos. Hasta el Vaticano pidió la retirada de la
canción, condenándola al infierno, a través de L’Osservatore Romano. Se
prohibió su difusión en las radios italianas y también fue censurada en otros
países, entre ellos, España.
Ninguna canción había representado hasta
el momento un acto sexual tan directo Nunca antes una canción había dejado tan
poco a la imaginación. Dijeron para desacreditar la canción que Birkin era
menor de edad. Aseguraron que el de la grabación era un orgasmo real. Muchos
demonizaron a Serge por verbalizar un tabú hasta entonces como lo había sido el
sexo sin amor. Daba igual, la canción seguía fascinando. En Inglaterra
fue el primer tema de habla no inglesa en llegar al número uno de sus listas de
ventas. Se mantuvo en ellas 33 semanas y vendió un millón de copias.
La cuadratura del círculo llegaría con
la película Si Don juan fuese mujer (1973) en la que el
director Roger Vadim llevó a Bardot y Birkin a compartir escena de cama, ambas
desnudas. El morbo estaba servido. Probablemente nadie lo sentiría como Serge
Gainsbourg. Y, tal vez, la normalización de aquella historia permitió que en
1986, Bardot ya separada de Sachs, accediera a que se publicara una nueva
mezcla de su versión. Su condición fue que los beneficios fueran
destinados a su asociación de defensa animal. Amor en otra escala.
Serge siguió con sus excesos. Sus borracheras
le apartaron de Birkin, quien le había dejado en 1980 pero para la que continuó
componiendo. Serge tampoco dejó de fumar cinco cajetillas de tabaco al
día ni de provocar. Junto a su hija Charlotte, teniendo ella 13 años, ensalzó
el sexo familiar cantando Lemon incest. Confesó en un
programa de televisión su fascinación por Whitney Houston. “He dicho que me la
quiero follar”, gritó mientras trataba de pellizcar a la cantante.
Gainsbourg murió en 1991, a los 62
años. Sus últimas actuaciones desvirtuaron en parte su obra, pero jamás
la magia de Je t’aime…. moi non plus.
Brigitte Bardot dijo en 2011 que Je
t’aime…. moi non plus era “el más maravilloso, único, verdadero y
fantástico homenaje que se ha hecho al acto de hacer el amor”. No
exageraba. La canción pasará a la historia así, como el himno a la
libertad sexual de toda una generación que las siguientes han hecho suya sin
pensárselo. Y así seguirá por mucho que la televisión española abuse
de ella para sonorizar escenas de cama y encuentros sexuales de reality. Aunque
bien pensado, quizás sea esa explotación precisamente la mayor prueba de que
estamos ante la canción definitiva.
No necesito prueba alguna.
ResponderEliminarCada cual con su conciencia...
Para mí, la canción definitiva.
;)
Un beso, loquito, lo quito. Sonrío.
Siempre he adorado este tema y algo de la historia conocía, cortesía de un novio parisino que tuve.
ResponderEliminarSiempre me decía; se puede ser feo, pero si eres francés ya tienes ganado la mitad ;)
Aunque fíjate, te veo a ti contestando yo tampoco cuando te dicen, yo te amo
Besos
Brigitte Bardot me enloqueció definitivamente....
ResponderEliminarUn temazo de canción.
Saludos.
yo solo quiero decirte que te mando abrazos y ahora este blog es luminoooooosooooo!!!! :)
ResponderEliminarUna frase GENIAL.
ResponderEliminarMaravilloso,
ResponderEliminar&
Maravillosa
un beso
Una anécdota-biográfica impresionante. Por nombre no sé cual es la canción, la voy a youtubear, y voy a decir: ah, sí, temazo...
ResponderEliminarSaludos.
Es una canción que no pasa desapercibida. A mi personalmente siempre me ha gustado muuucho.
ResponderEliminarBesitos!!!
Muy buen tema, la pena es que haya sido utilizado tanto, acaban estropeándolo.
ResponderEliminarBesos, Chaly.