viernes, 26 de enero de 2018

0135: la sombra del recuerdo

Ahora la conocía bien, a la hora de las confrontaciones definitivas tenía que admitir que ella era como había sido su esposo, de las que se quedan atrás y sólo obran por inercia, aunque empleara a veces una voluntad casi terrible en no hacer nada, en no vivir de veras para nada. Se hubiera entendido mejor con su esposo que con él, y los dos lo venían sabiendo desde el día de su casamiento, desde las primeras tomas de posición que siguen a la blanda aquiescencia de la luna de miel y el deseo. Ahora ella volvía a tener la pesadilla. Soñaba mucho, pero la pesadilla era distinta, él la reconocía entre muchos otros movimientos de su cuerpo, palabras confusas o breves gritos de animal que se ahoga. Había empezado a bordo, cuando todavía hablaban de su esposo porque acababa de morir y ellos se habían embarcado unas pocas semanas después.

Una noche, después de acordarse de su esposo y cuando ya se insinuaba el tácito silencio que se instalaría luego entre ellos, ella lo despertaba con un gemido ronco, una sacudida convulsiva de las piernas, y de golpe un grito que era una negativa total, un rechazo con las dos manos y todo el cuerpo y toda la voz de algo horrible que le caía desde el sueño como un enorme pedazo de materia pegajosa. Él la sacudía, la calmaba, le traía agua que bebía sollozando, acosada aún a medias por el otro lado de su vida. Decía no recordar nada, era algo horrible pero no se podía explicar, y acababa por dormirse llevándose su secreto, porque él sabía que ella sabía, que acababa de enfrentarse con aquel que entraba en su sueño, vaya a saber bajo qué horrenda máscara, y cuyas rodillas abrazaría ella en un vértigo de espanto, quizá de amor inútil. 
Era siempre lo mismo, le alcanzaba un vaso de agua, esperando en silencio a que ella volviera a apoyar la cabeza en la almohada. Quizá un día el espanto fuera más fuerte que el orgullo, si eso era orgullo. Quizá entonces él podría luchar desde su lado. Quizá no todo estaba perdido, quizá la nueva vida llegara a ser realmente otra cosa que ese simulacro de sonrisas y de cine francés.

9 comentarios:

  1. Qué bonito post.
    Me gustó.

    La verdad es que tienes gran sensibilidad escribiendo.

    Besos.

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  2. Como se suele decir, con paciencia y una buena caña, cualquiera puede pescar.

    Abrazo.

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    Respuestas
    1. Ese es uno de los refranes que he heredado de mi abuela.

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  3. Y es que nuestros monstruos nunca nos abandonan, no.

    Un beso.

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  4. Es muy bueno tu escrito y muy triste...

    Parece que el amor no pierde la esperanza ni la fuerza...

    Muchos besos.

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  5. ¡Qué horror! Dicen que tres son multitud, pero si el tercero es algo horrible, ¿el espíritu de su anterior marido? que le cae encima en medio del sueño... Necesita un exorcista.

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  6. Quizá sería mejor abrir la puerta y marcharse...

    Besos, Chaly

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  7. Unos de los textos mas bonitos que te he leído Chaly

    Un besito

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