— ¿Eres infeliz?
Carmen asintió con la cabeza. Él era
pacífico, jamás se metía en peleas, y rara vez le había levantado la voz.
— ¿Sientes que eres merecedora de
alguien que te trate mejor?
Carmen no quiso seguir
escuchando a Gustavo. No quería escuchar de nuevo ninguna
interpretación semejante. Sin embargo, aquel hombre había plantado en ella una
semilla, y cada silencio que siguió a aquel día, cada invisibilización a la que
fue sometida, sirvieron para que Carmen buscara más y más información. Para que
en su mente aquella palabra, violencia,
volviera cada vez con más frecuencia.
Hasta su relato cambió. Cuanto más
sabía, cuanto más leía, más intolerante era al maltrato de su novio, y con más
fiereza relataba a sus amigas la relación en la que se sentía atrapada.
Hasta que un día en el que sus días
libres no coincidieron, Carmen cogió una maleta y la llenó con sus cosas y después
de mandar un mensaje, tomo un taxi y voló en pos de algo diferente…
¡Ole por ella!
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