Evangelica Mendes gerenta de la auto
venta “Pogreso” denuncio a Gustavo Ballivian de acoso a la policía según el
tabloide “El Templanero” donde
cualquiera puede leer que el susodicho se quedaba parado en la otra banda de la
calle mirando a la auto venta por 25 minutos todas las mañanas de lunes a
viernes incomodando a Evangelica con sus miradas libidinosas, interrogando a la
denunciante se le pregunto si el denunciado hacia algún gesto o se tocaba
alguna parte de su cuerpo mientras la miraba, la denunciante declaró que no.
La detective Mona Torres de la FELCC
(Fuerza Especial de Lucha Contra el Crimen) se apersono a la Escena del Crimen,
acordonando todo el área y embutida en su mameluco color beige procedió a la investigación
forense y con el uso de un maniquí que representaba al usufructuario lo coloco
en el sitio en el que se paraba a mirar a la gerenta coincidiendo el sitio con
la parada del autobús de la línea 108 y por declaraciones de los venteros de la
auto venta se estableció que el sospechoso utilizaba diariamente dicho
servicio, también la investigadora forense concluyó que la ubicación de la
gerencia hacía imposible que la mirada del acosador pudiera rozar a Evangelica
por escasos 12 centímetros pues una vagoneta de la marca Toyota modelo 1984 se interponía
entre el acosador y la acosada.
Interrogado el sospechoso, él indico
(sic): “soy humano y tengo deseos”
Concluida la interrogación la detective,
declaro de infundadas la denuncia de la gerenta, aclarando que el Ingeniero
Ballivian, efectivamente todos los días se trasladaba en la línea 108 hasta su
trabajo y mientras esperaba el medio público de transporte se deleitaba mirando
y deseándola con poseerla para evitarse los malos olores y la incomodidad de
viajar parado la mayor parte de los días.
Si lo hacía por su bien nada que objetar, totalmente inocente. Ahora estar todos los días mirando casi media hora, vaya tela, si hasta se merecía un premio por su paciencia.
ResponderEliminarAbrazo.
Como siempre, todo depende desde dónde se mire al mundo (y cómo se lo mire, claro).
ResponderEliminarSaludos,
J.
Las curvas de la Toyota eran las que hacían suspirar a Gustavo. Evangélica podía estar tranquila.
ResponderEliminarUn abrazo.
Algo creída Evangélica, los deseos del ingeniero tenían otra dueña, una flamante Toyota libre de olores de humanidad...
ResponderEliminarBesos
Hay cada caso y a cada quien su santo, como dicen.
ResponderEliminarSaludos.
ResponderEliminarBueno, pues ella lo que tendría serían las ganas, porque él ni la acosaba, ni tan siquiera se fijaba en su cuerpo, sino en sus pertenencias... :)
Muchos besos.