No trataré de describir aquí mi
matrimonio. Sin duda se dejará traslucir cierta impresión de él. Para la
presente historia, lo importante, más que sus detalles, es su carácter general.
No fue un éxito.
Al principio yo la veía a ella como una
persona portadora de vida. Más tarde la vi como portadora de muerte.
Algunas mujeres son así.
Hay una especie de energía que parece
revelar el mundo; de pronto, un buen día, uno descubre que está siendo
devorado. Otras víctimas similares comprenderán a qué me refiero.
Es posible que yo sea un soltero por
naturaleza; ella era, desde luego, una coqueta por naturaleza.
La simple tontería puede resultar
atractiva en una mujer. Yo, claro, me sentí atraído. Supongo que ella era una
mujer bastante sexy.
Algunas personas me consideraban
afortunado.
Ella trajo a mi vida, lo que no soporto,
el desorden. Era una gran aficionada
a montar escenas. Acabé por detestarla. Cinco años de matrimonio parecieron
convencernos a ambos de la absoluta imposibilidad de ese estado. No obstante,
después de nuestro divorcio, ella se casó con un potosino inculto y rico, se
fue a vivir a Comarapa y, en lo que a mí respecta, desapareció del mapa.
Nada hay parecido a la sensación inerte,
pesada, de un matrimonio fracasado.
Como nada se parece al odio que uno
experimenta hacia su ex. (¿Cómo se atreverá semejante persona a ser feliz?)
No puedo dar crédito a los que hablan de
la amistad en tal contexto. Yo viví durante años con la idea de que las cosas
estaban irrevocablemente empañadas y estropeadas, lo que a veces hacía que el
mundo me pareciera terriblemente lúgubre. No conseguía quitarme a mi mujer de
la cabeza. Nada tenía que ver con el amor. Los que hayan padecido esa
esclavitud sabrán comprenderme.
Algunos seres sólo pueden menoscabar y
despojar a los demás. Imagino que casi todo el mundo menoscaba a alguien. Un
santo no despojaría a nadie. Es una bendición que la mayoría de nuestros
conocidos puedan olvidarse cuando no están presentes. Eso de ojos que no ven,
corazón que no siente, es un privilegio de supervivencia humana. No sucedía así
con ella, que era omnipresente; mi conciencia de ella era rapaz, el hecho de
pensar en ella me dañaba, atravesando el tiempo y el espacio como rayos
nocivos. Sus observaciones eran memorables.
Sólo la buena de América me curó de ella
al fin.
La arrinconé con un hombre tedioso en una población tediosa y distante
y, por fin, pude creer que había muerto. ¡Qué alivio!
A rey muerto, rey puesto. Listos para repetir la historia.
ResponderEliminarUn abrazo.
Ingeniero, lo entiendo porque algunas situaciones por usted escritas me sucedieron. Es decir, el asunto de la media manzana, nuestro carácter,el orden y el desorden, la mentira,entre otros,son claves en una relación. Tal vez nuestra forma de ser, la educación recibida nos obliguen a hacer comparaciones entre estilos de vida, y si no coincidimos nos llevó quien nos trajo.
ResponderEliminarEs difícil mantener un relación de pareja, siempre habrá que sobreponerse a esos altibajos con suprema inteligencia.
Salud.
Como dice Macondo a Rey muerto, Rey puesto y a otra cosa mariposa.
ResponderEliminarBesos
Qué horror!
ResponderEliminar