sábado, 24 de diciembre de 2016

835: Y a pesar de todo…, convivimos con ellos

Los hijos de puta gozan de buena salud.
Están entre nosotros. Nos superan en número. Y por ahora parecen estar ganando.
Son ellos: la gente de mierda. Qué puedo decir. Existen. Existen y son legión.

Un ejército de hijos de mil putas desfilando alegres por las calles de nuestra ciudad. Colándose en las filas, criticando la tierra que les da de comer o sencillamente sentados al lado en nuestra oficina.
A veces los tenemos como amigos. Otras llegamos incluso a contraer matrimonio con ellos.

Todo un tema este el de los hijos de puta. Y sin embargo pocos se han preguntado acerca de su origen. ¿De qué están hechos los hijos de puta?
Supongo que eso se debe a que en el fondo nadie quiere conocerse tanto.

Pues todos, antes o después, terminamos siendo unos malditos cabrones con algún otro, es inevitable. Así es que ese es justamente el origen de la gente de mierda.

Pues resulta que el fenómeno de la "hijaputez" se forma a través de una espiral de negación. Trataré de explicar esto de manera más sencilla. Veamos, resulta que actuar como un hijo de puta duele, siempre. Queramos verlo o no, algo en el cuerpo se estremece. Como si una parte de nuestra inocencia muriera a través ciertas acciones. De este modo, terminamos siendo los asesinos del niño que llevamos por dentro. Un niño ardiendo en llanto al que no deseamos escuchar. Que enterramos bien profundo en un cofre dentro de otro cofre cerrado bajo mil llaves. Silenciando así la verdadera naturaleza de nuestro corazón. Una naturaleza herida y contaminada por el veneno de los propios errores. Generamos de tal forma una sordera emocional. Un alejamiento de los afectos que nos permite vivir angustiados pero lejos de cualquier conciencia de dolor. Claro que este alejamiento no es sencillo. Escapar de uno mismo requiere de mucho trabajo. No hay droga en este mundo que anestesie completamente el remordimiento. La única huida posible es por tanto hacia adelante. Aumentando la apuesta. Volviéndonos cada vez más inhumanos. Es decir, más hijos de puta.

Decía al principio que la gente de mierda existe. Que nos rodeaba y todo eso.

Pero lo cierto es que ese no es el auténtico problema. Ninguno de esos parásitos andantes nos hará jamás ni una décima parte del daño que se infringen a sí mismos. No. Su único poder radicar en hacernos creer que tienen poder sobre nosotros. Nada más. Porque la verdad es que el peligro es otro.


Lo aterrador, lo angustiante, es mirarnos al espejo y descubrir que los hijos de puta, los cabrones, la gente de mierda... somos nosotros.

Y ese es un miedo que tarde o temprano todos debemos enfrentar.

9 comentarios:

  1. ¡Excelente tema, Chaly, vivimos en una selva de hijos de puta!!
    Saludos, abrazo y feliz navidad!!

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  2. Unos siempre, otros alguna vez y otros nunca.
    Un abrazo.

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  3. Ahí has estado certero.
    Nosotros.
    Sí.

    Saludos.

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  4. Nos rodean y nos poseen. Esto es terror en navidad

    Besitos :)

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  5. En todos siempre hay un hijo de puta oculto y que nace de algo difícil de modificar: el miedo, pero el miedo inconsciente, sobre el que no tenemos dominio.
    Y nadie se salva, por más bueno que intente ser, de cometer alguna acción de la que luego se arrepiente. Algunos ni eso.
    Muy buen artículo, Chaly.
    Besos y felicidades.

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  6. Veo que el espíritu navideño ha hecho presa en ti....

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  7. Demoledoras las dos últimas frases.
    Aunque no sé si el hijo puta es consciente de que lo es y si al mirarnos al espejo sabremos reconocernos como tal.

    Un beso, Chaly

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  8. Muchas veces el hijo de puta no sabe que lo es. De hecho, hay gente que piensa eso de mí, pero no estoy de acuerdo con esos hijos de puta.

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