miércoles, 18 de enero de 2017

858: De el placer

De los diversos placeres que el hombre puede ofrecerse a sí mismo, el más grande es el orgullo, el placer que obtiene de sus propios logros y de la creación de su propia personalidad.

El placer que se deriva de la personalidad y los logros de otro ser humano es el de la admiración.

La máxima expresión de la más intensa unión de estas dos respuestas —el orgullo y la admiración— es el amor romántico, cuya celebración es el coito.

Es sobre todo en esta esfera, en las respuestas romántico-sexuales de un hombre, donde se revela elocuentemente el concepto que tiene de sí mismo y de la existencia.

Un hombre se enamora y desea sexualmente a aquella que refleja sus propios y más profundos valores.

Hay dos aspectos cruciales en los cuales las respuestas romántico-sexuales de un hombre son psicológicamente reveladoras: en la elección de su compañera y en el significado que tiene para él el coito.

Un hombre que se estima a sí mismo, que se ama y ama la vida, siente una intensa necesidad de hallar seres humanos a quienes pueda admirar, de encontrar un igual espiritual a quien amar. La cualidad que más lo atrae es la de la autoestima, la estima personal y un claro sentido del valor de la existencia. Para un hombre así el coito es un acto de celebración, y su significado es un tributo a él mismo y a la mujer que eligió, la forma final de experimentar concretamente, y en su propia persona, el valor y la alegría de estar vivo.

La necesidad de una experiencia como ésta es inherente a la naturaleza humana, pero si un hombre carece de la autoestima necesaria para ganarla, intentará fingirla y elegirá (subconscientemente) a su pareja por la capacidad que ella tenga para ayudarlo en su farsa, para darle la ilusión de un valor personal que no posee y de una felicidad que no siente.

Así, si un hombre es atraído por una mujer inteligente, que tiene fortaleza moral y confianza en sí misma, si es atraído por una heroína, revelará un tipo de alma; en cambio, si es atraído por una mujer irreflexiva e irresponsable, cuya debilidad moral le permite sentirse masculino, revelará otro tipo de alma; y si quien lo atrae es una hembra pusilánime, cuya carencia de juicio y normas le permite, por comparación, sentirse libre de reproches, revelará otro tipo de alma.

 El mismo principio, por supuesto, se aplica a las elecciones romántico-sexuales de una mujer.

 El coito tiene un significado diferente para la persona cuyo deseo es alimentado por el orgullo y la admiración, para quien el placer compartido con la persona amada es un fin en sí mismo, y para aquella que busca en el sexo una prueba de masculinidad (o feminidad), el alivio a su desesperanza, una defensa contra su ansiedad o un escape del aburrimiento.

 Paradójicamente, son los llamados "perseguidores del placer", los hombres que aparentemente viven sólo para gozar la sensación del momento, que se preocupan únicamente por "pasarla bien", aquellos psicológicamente incapaces de disfrutar del placer "como un fin en sí mismo".

El neurótico buscador de placeres imagina que, efectuado el ceremonial de una celebración, logrará engañarse a sí mismo y crear la percepción de que realmente tiene algo para celebrar.

Uno de los rasgos que caracterizan al hombre que carece de autoestima, y el verdadero castigo por su negligente fracaso moral y psicológico, reside en el hecho de que todos sus placeres son placeres por evasión, con los cuales pretende huir de dos perseguidores a los que ha traicionado y de los cuales no hay huida posible: la realidad y su propia mente.

Dado que la función del placer es la de proporcionarle al hombre un sentido de su propia eficacia, el neurótico se encuentra atrapado en un conflicto mortal: por su naturaleza humana, se ve impulsado a sentir una desesperada necesidad de placer, como confirmación y expresión de su control sobre la realidad, aunque únicamente halla placer al huir de la realidad.

Ésta es la razón por la cual sus placeres no funcionan y le proporcionan, en lugar de un sentimiento de orgullo, realización e inspiración, una sensación de culpa, frustración, desesperanza y vergüenza.

El efecto que produce el placer en un hombre que siente estima por sí mismo equivale a un premio y una reafirmación.

El efecto que produce el placer en un hombre que carece de autoestima es el de una amenaza, la amenaza de la ansiedad, la sacudida de los precarios fundamentos de su falso valor personal, la agudización de un permanente miedo a que la estructura se desplome ydeba enfrentarse cara a cara con una realidad dura, absoluta, desconocida e inclemente.

Una de las quejas más comunes de los hombres que buscan ayuda, es la de que nada puede brindarles placer, que la auténtica alegría parece estarles vedada. Éste es el inevitable callejón sin salida de una filosofía de vida basada en el placer por evasión.

Preservar una clara capacidad para el disfrute de la vida es un logro moral y psicológico inusual. Contrariamente a la creencia popular, es la prerrogativa, no de la irresponsabilidad o la irreflexión, sino de una devoción irrenunciable al acto de percibir la realidad y de una escrupulosa integridad intelectual. Es la recompensa de la autoestima.

6 comentarios:

  1. ¿El orgullo? Bueno... a mí no me gusta demasiado el orgullo.

    Un abrazo grande,

    Noa

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  2. Chaly, ¿Cómo hemos pasado del orgullo a la cama?

    Un beso

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  3. Esto es una tesis doctoral ¡Qué barbaridad!

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  4. Hoy te leí especialmente atenta, me parece muy interesante lo que has contado. De verdad te lo digo :)

    Besitos

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  5. En este post de aquí ya casi me perdí.

    De verdad.
    Besos.

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  6. Si yo pudiera, hoy sería un perseguidor del placer. Pero ya es tarde para mí.
    Saludos.

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