78: SIEMPRE HAY MÁS QUE LO QUE LOS OJOS VEN

Ponemos a consideración de ustedes algunos encuentros con la realidad que nacieron en función de:

A. De esos que concubinearon por largos años y al final, no sé si por cansancio o por qué, terminaron en el altar sagrado y luego de un tiempito como ya se conocían muy bien rescindieron ante el juez de causas perdidas.

B. En cambio otros, debido a un polvo inoportuno terminaron construyendo un jardín de infantes. Ya qué, por suerte, son otros los que cargan con los gastos de la polvareda.

C. Finalmente, como tercer caso, tenemos aquel donde el cojonudo se ve obligado a concurrir al registro civil, pues la pánfila le indicó que solo por ese camino ella abría las piernas.

Pongo ante sus ojos tres casos apurados que nacieron en función a tres principios primordiales: desapetencia, perplejidad y apresuramiento.

Los mismos se desbocaron despeñándose al abismo de la desesperanza y demostrando en forma didáctica que generalmente “los primeros choclos son siempre para los loros”

En los tres casos, es como bien lo dijo, el cineasta Cameron: “Con las mujeres nunca se sabe. Les prepara usted la escena mejor calculada, y de pronto, cuando llega el momento, mezclan el corazón con la vagina y lo echan todo a perder”

Pues al cabo del año, y en algunos casos específicos, a la quincena siguiente se daban cuenta que habían metido la pata hasta la rabadilla. Es que no hay que perder de vista que el amor es ciego, pero una vez que la realidad te saca la venda y miras con toda claridad y al comparar con los otros especímenes que andan contoneándose por las calles y avenidas te llena de pavor al saberte en la trampa del deseo insatisfecho.

También existen otros ejemplares aferrados a esa falsa ilusión del primer y único amor y ellos creen que su amor perdurará pese a la inflación de sus decepciones y a la deflación de su pasión. Y mientras no aparezca un ente decidido a mostrarles lo contrario perdurarán en su calvario.

El primer polvo nació como un recordatorio de que simplemente es un acto instintivo, y solo un majadero se puede aferrar a él y transformarlo en el primer amor y fundar sobre él un matrimonio.