Cuando
salió era otra.
Pálida y
bella como una virgen del medioevo, con una camisa de hombre por toda
vestimenta, un cuerpo desprotegido, falto de insolencia, un cuerpo de hermana,
que me lo ofreció sentándose junto a mí.
Con
tristeza empecé a divertirme con los botones de su camisa, sus gestos eran tan
intensos que me reprochaba la pasividad de los míos, y he aquí que de pronto
sentí la bruja de su carne, bruja blanca apretada contra mí, violentándome,
produciéndome quejidos de asombro y de deseo. Se sacó la camisa y dijo:
—Por hoy
basta de preámbulos.
Su cuerpo
desnudo era un canto al arte de la brevedad, como esos cuentos perfectos que
jamás escribiré.
La
inteligencia de su cuerpo me avergonzaba como a un muchacho de escuela.
Parada
frente a mí parecía un templo, un templo percibido en sueños, un templo como el
que alguna vez vi en Sacramento,
¿fue en Sacramento o en Nueva York?
—Eres
bella —le dije, tomándola en mis brazos—, eres un cuerpo para toda la vida.
Meandros,
algas marinas, tacto del sueño, caballos galopando, caracoleando. Caricia
infiel, solapada y abierta, espuma, más espuma, vértigo y vértice, imprecación
su cuerpo, blasfemia. Ardilla perseguida y muerta y viva, túnel para llegar al
otro día, mágico túnel por el que me estaba yendo, por el que me iba.
Y luego
¿qué?
¿El restallar
de la marihuana viva, con su ojo abierto hacia el tumbado? ¿El cuerpo agradecido
virado hacia el lado de la culpa? ¿La caricia submarina y nostálgica del tiempo
que se va?
Las
palabras empezaron a caer como una lluvia tenue mientras el día se sacaba la
máscara.
Palabras maltrechas
apoyándose en el bastón de la promesa, de la ofrenda, palabras con esparadrapo
para las llagaduras.
—No sé tu
nombre —me dijo, mientras acariciaba mi rostro con su mano abierta— y sin
embargo no he conocido nada más profundo. ¿Cómo es esto? Has hurgado mi vida,
me has violado, me has robado, me has dejado sin mí. Quiero que me ames siempre,
para siempre.
—Sí —le
dije, apenas apenado, chupando uno a uno sus dedos húmedos—, te estoy amando
para siempre. La eternidad es solo este momento.
—Eres un
monstruo, un malo
—El azar
produce monstruos
—Y ahora
¿qué haremos? —dijo desconsolada—, ¿qué harás?
—Sobreviviré
Estoy acostumbrado a sobrevivir. Es lo único que el hombre contemporáneo ha
aprendido: a sobrevivir.
Sonó el
teléfono.
—Sí, sí
—dijo ella desde otra voz—, estoy bien. Eres un puerco. Okey, a mediodía, I want to talk to you.
Me vestí y
salí. El sol de las once se clavaba en mi cabeza como un puñal.
No sabía
si pasar por mi hogar o irme directamente a la oficina.
Como Lázaro, eché a andar.
Wowwwwww!!!!
ResponderEliminarAmando la eternidad del momento, bonita manera de amar. Y bonita eternidad para recordar.
Besos, Chaly
Speechless.....!
ResponderEliminarBesos, Chaly
La felicidad en momentos nomás.
ResponderEliminarBesos
Qué preciosidad.
ResponderEliminar¿Te ha dado el Siroco, Charly??? No pareces tu :P
Wow, de verdad que es un texto bellísimo.
Besos.
Un texto muy poético, Chaly... el nuevo año te trajo inspiración...
ResponderEliminarBesos.
Qué linda la gringa. Aunque a todos les debe endulzar los oídos.
ResponderEliminarSaludos.