—No te habrás olvidado lo que me
gusta, niño bueno.
Me susurró al oído. Y, sin
esperar mi respuesta, se puso de espaldas, abriendo las piernas para hacer
sitio a mi cabeza, a la vez que se cubría los ojos con el brazo derecho. Sentí que
comenzaba a concentrarse totalmente, con esa intensidad que yo no había visto
nunca en ninguna mujer, en ese placer suyo, solitario, personal, egoísta, que
mis labios habían aprendido a darle. Lamiendo, sorbiendo, besando, mordisqueando
su sexo pequeñito, la sentí humedecerse y vibrar. Se demoró mucho en terminar.
Pero qué delicioso y exaltante era sentirla ronroneando, meciéndose, sumida en
el vértigo del deseo, hasta que, por fin, un largo gemido estremeció su
cuerpecito de pies a cabeza.
«Ven, ven», susurró, ahogada.
Entré en ella con facilidad y la apreté con tanta fuerza que salió de la
inercia en que la había dejado el orgasmo. Se quejó, retorciéndose, tratando de
zafarse de mi cuerpo, quejándose: «Me aplastas». Con mi boca pegada a la suya,
le rogué.
—Por una vez en tu vida, dime que
me quieres. Aunque no sea cierto, dímelo. Quiero saber cómo suena, siquiera una
vez
—Te quiero... para follar —respondió ella.
ResponderEliminarUn abrazo.
Jajajajaja me río por lo de Chema! pero pues.....es cierto!!
ResponderEliminarBesos
PAra que veas...
ResponderEliminarMacondo ha dado en el clavo, sino sale "ese te quiero" lo mismo solo lo quiere para follar.
ResponderEliminarAbrazo.
Es horrible mendigar cariño. Más si lo hace un hombre.
ResponderEliminarSaludos.
Es una palabra que es demasiado pesada para algunas personas pero que no quiere decir que no lo sientan.
ResponderEliminarBesitos :)
Mejor que no te lo digan si no es verdad.
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