— ¿Y de todo eso a ti no te
importa nada?
—Antes sí. ¿Te acuerdas? Hace
mucho tiempo. Entonces, en los primeros años de nuestro matrimonio, cada una de
tus infidelidades era como un puñal que alguien clavaba en el pecho de aquella pobre
chica tan romántica y tan enamorada. Yo lloraba mucho, muchísimo. ¡Dios mío!
¡Cuánto he llorado!
¡Pobre de mí! Como lloran las mujeres
engañadas en las telenovelas y en las malas comedias y en las películas
estúpidas. Como lloran en la soledad los seres abandonados sin razón.
¡Desesperadamente! Algo de muy mal gusto. Ahora lo reconozco… Una vez incluso
estuve a punto de abandonarte para siempre. No lo has olvidado, ¿verdad? Fue
cuando te escapaste a Panduro con aquella putita que cantaba en una boîte. Pero
no tuve valor. ¿Qué hubiera dicho la gente? ¡Figúrate! Nunca se sabe. Después, ¿para qué te voy a contar, cariño?
Han ido pasando los años. Tú salías de una aventura y entrabas en otra. Y yo un
día descubrí dentro de mí misma algo realmente sorprendente: ¡que ya no me
importaban tanto tus engaños! Por último el mismo día en que me presentaste a
Rosalía, figúrate qué casualidad, descubrí que ya no me importaban nada… ¡Qué graciosa
es Rosalía! ¿Verdad? Tan divertida y tan desvergonzada…
—Entonces, ¿es que ya no me
quieres?
— ¡No! ¿Quién ha dicho eso? Te
sigo queriendo mucho, amor mío. Pero de otra manera, claro está…
— ¿Eres muy desgraciada?
— ¿Cómo? ¿Que si soy desgraciada?
¿Yo? ¡Ah, no! Ni mucho menos, cariño. ¡Que se te quite esa idea de la cabeza!
¡Vamos! Pero si yo lo paso estupendamente…
— ¿Estás segura?
— ¡Pues claro que sí! ¡Dios mío!
Vivo una vida tan brillante y tan maravillosa. Mira, soy nada menos que tu
esposa. Un hombre importante, rico, influyente, poderoso. Naturalmente, eso
quiere decir que yo, la excelentísima esposa soy rica, influyente y poderosa.
Todo el mundo me adora. Aparezco retratada en los periódicos con el menor
pretexto, y no pasa un día sin que mi nombre figure. Todos celebran mis fiestas.
Hay personas que darían un año de vida por recibir una invitación mía… De vez
en cuando aparece por ahí un fresco que, para caerte a ti en gracia, me hace un
poquito la corte. ¿No lo sabías? ¡Amor mío! ¿Qué más puedo desear yo? ¿No crees
tú que todo eso es más que suficiente para que cualquier mujer se sienta la
mujer más dichosa del mundo? ¡Ah! Te aseguro que yo a estas alturas de mi vida
no me cambiaría por ninguna…
Me da mucha pena este tipo de personas. En realidad, me dan bastante grima.
ResponderEliminarBesos
uf
ResponderEliminarmadre mía
un besito
Mucho tardó en "espabilar"
ResponderEliminarMe parece que el marido tiene los cuernos más grandes que la mujer.
ResponderEliminarUn abrazo.
Acostumbrarse a algo es horrible. Esto pasa mucho.
ResponderEliminarSaludos.
A veces te das cuenta que la vida es puro cuerno :)
ResponderEliminarMuy buen relato. Me encanta leerte Chaly
Besos