La primera vez que abrazas a un
monstruo lo sientes, retumba dentro de ti.
Los monstruos nunca te van a
decir que lo son.
Los monstruos aparecen de la
nada, donde menos te lo esperes. No se los ve venir nunca. Aparecen, se quedan
para siempre, o se quedan para nunca. Son muy de atacar por sorpresa, cuando
más indefenso estás, están deseando que acabes en sus brazos.
No tienen nada pensado, pero
piensan en ti cuando llegan y cuando se van, sí, también se van, los monstruos
también huyen.
Los monstruos duermen igual que
cualquiera, a veces a tu lado, otras duelen en la distancia, como si quisieses
abrazarlos toda la noche, son capaces de contarte los lunares, de verte llorar
y reír contigo a carcajadas.
Los monstruos nunca se esconden
debajo de la cama o dentro del armario, ellos son más de asustar atacando al
sentir y a la razón, donde de verdad duele.
Los monstruos te reconstruyen
después de cualquier batalla, te ponen en pie después de cualquier caída, pero
cuando desaparecen pueden dejarte aún más roto o con la mejor de las sonrisas.
Sueñan, se enamoran, se pierden y
también lloran.
Los monstruos también tienen
música y comida favorita, y el poder de desaparecer sin dejar rastro. Algunos
se quedan a vivir en ti, otros, en cambio, se van con una gran despedida, con
un mensaje, y algunos sin avisar dejando en incertidumbre su regreso.
Los monstruos son ese tipo de ser
que deja huella, que deja su marca en la pared más cerca de tu cama, al lado de
tu almohada, y un rasguño en tu corazón.
Los monstruos, mis monstruos y
los tuyos te tatúan la vida, sabes que han estado aunque no haya rastro de
ninguna cicatriz. Los monstruos queman en invierno y te dejan helado en verano,
te viven, los vives, y a veces, cuando te miran, tienen el poder de transformar
el tiempo.
Está claro que están ahí, pero ni
ellos mismos saben que lo son, suenan, los acompaña el viento o alguna canción
con la que recordar a cada uno de ellos para siempre, sí, ese para siempre con
fecha de caducidad.
A esos monstruos y monstruosas que también las hay, lo mejor es partiles las piernas, y así al menos por una temporada dejan de dar por culo.
ResponderEliminarAbrazo Chaly
Hay que capotearlossssssssssssssss!
ResponderEliminarBesos
otro texto genial
ResponderEliminarun beso y un abanico para que los espantes :-) despacitooo
No son ni más ni menos que los monstruos nuestros de cada día.
ResponderEliminarMuy bien contado.
Un abrazo.
Me ha encantado, son tantos y tan diversos que incluso se disfrazan de ángeles siendo más de la famila de los demonios.
ResponderEliminarUn beso
Me encanta sus relatos Chaly :)
ResponderEliminarUn besito
Es inevitable caer en las garras de alguno.
ResponderEliminarIncluso ser monstruos nosotros para otros alguna vez, sin querer.
Los monstruos, mejor lejos!
ResponderEliminar«Los monstruos son reales, y los fantasmas también: viven dentro de nosotros y, a veces, ellos ganan.»
ResponderEliminarStephen King.
Saludos.