Cuando la examinó por segunda vez
y le aseguró que se estaba curando, la gratitud en los ojos de la mujer fue un
pago tan valioso como el dinero que le entregó.
¿Cuántos sapos había visto
después de ése? Amas de casa de mediana edad con sapos aburridos, jovencitas
con sapos de perrita, putas con sapos correosos, monjas con sapos granujientos,
secretarias con sapos pornográficos, brujas con sapos aterciopelados, abuelas
con sapos marchitos, niñas con sapos informes, mujeres apasionadas con sapos
sumidos. Sapos de mil ojos, sapos de un millón de humores. Sonrientes,
enfurruñados, gritones, meditativos, anhelantes, ardientes, coléricos, alegres,
hambrientos, tristes.
Una y otra vez, el mismo y único
acto: las piernas se separaban a su petición, como las puertas que se abrieran
al ladrón ante las palabras mágicas de: ¡Ábrete,
Sésamo! Primero vería el pelo, a veces escaso, a veces espeso, o áspero, o
fino, o negro, o dorado, o rojo, o rizado, o lacio. Y luego la cosa propiamente
dicha.
Allí donde pocos hombres miraban
y pocos hombres tocaban, él pinchaba, presionaba, acariciaba. Se zambullía con instrumentos y
culebreaba con los dedos. A veces encontraba una enfermedad, pero a menudo no
hallaba nada más que deseo de ser penetrada. Y no era raro que, cuando retiraba
la mano, ésta estuviera cubierta de secreciones que en nada se parecían a la
crema lubricante que había usado para facilitar la penetración.
Al comienzo mantenía lo que en la
universidad le habían enseñado que era la adecuada distancia profesional. A todos los médicos
se los entrena para que traten el sapo como algo séptico, como algo a lo que
sólo hay que aproximarse con los guantes puestos, con cara formal y mirada
precavida. Pero no pudo sostener por mucho tiempo esa actitud artificial. Él
amaba los sapos. Ésa era la razón por la cual se había dedicado a la
ginecología: para ver sapos, tocar sapos, oler sapos, curar sapos.
¡Qué nombre feo para esa parte tan íntima del cuerpo femenino!
ResponderEliminarBesos, Chaly.
Podían haber buscado otro nombre.
ResponderEliminarMuy feo ese nombre, nada comparable con los sapos.
ResponderEliminarBesos
¿Sapos? ¡Qué horror!
ResponderEliminarEra un veterinario? Tanto sapo...
ResponderEliminarAnda qué....
Besos