—Me estás diciendo que mi viejo amigo
con el pretexto de reducir el estrés te propuso echar un polvacho
—Sí, tío
—Increíble, increíble
—Se acuerda de aquella tarde en la
que el trajo esos contratos y usted me dejo a solas con el mientras los iba a
guardar en su caja fuerte, pues apenas salió usted el me arrincono contra la
biblioteca chippendale
— ¡Qué barbaridad! Él sabe bien que
aprecio de sobre manera ese mueble
—Él insiste, insiste, me dice un
montón de cosas, me mordisquea, me olisquea, me pellizca y me soba
—Pavadas, hija, pavadas Lo principal
es que no cedas nada hasta que el claudique o pide tu mano o se va a hacer la
manuela
Vivir para ver...
ResponderEliminarQué falta de respeto... a un mueble.
ResponderEliminarDesgraciadamente no están tan superados comportamientos similares al de esos dos hombres.
Un abrazo.
Lo del mueble un puntazo. Triste, patética y asquerosa realidad.
ResponderEliminarEn fin...
Besos