Un viernes hizo lo que nunca había
hecho: me invitó a merendar en su casa. Nunca pensé que su madre fuera tan joven, tan
elegante y sobre todo tan hermosa. No supe qué decirle. No puedo describir lo
que sentí cuando ella me dio la mano. Me hubiera gustado quedarme allí
mirándola.
Oye ¿cómo dijiste que se llama tu
mamá? Mariana. Le digo así, no le digo mamá. ¿Y tú? No, pues no, a la mía le
hablo de usted; ella también les habla de usted a mis abuelos.
Pasen a merendar, dijo Mariana. Y
nos sentamos. Yo frente a ella, mirándola. No sabía qué hacer: no probar bocado
o devorarlo todo para halagarla. Si como, pensará que estoy hambriento; si no
como, creerá que no me gusta lo que hizo. Mastica despacio, no hables con la
boca llena. ¿De qué podemos conversar? Por fortuna Mariana rompe el silencio.
¿Qué te parecen? Les dicen platos voladores, sándwiches asados en este aparato.
Me encantan, señora, nunca había comido nada tan delicioso. Pan, jamón, queso,
tocino, mantequilla, kétchup, mayonesa, mostaza. Era todo lo contrario de lo que
hacía mi madre. ¿Quieres más platos voladores? Con mucho gusto te los preparo.
No, mil gracias, señora. Están riquísimos pero de verdad no se moleste.
Ella no tocó nada. Habló, me habló
todo el tiempo. Jimmy callado, comiendo uno tras otro platos voladores. Mariana
me preguntó: ¿A qué se dedica tu papá? ¿Cuántos hermanos tienes? ¿Son de aquí
de la capital? ¿Te gusta el colegio?
Un millón de gracias, señora.
Todo estuvo muy rico.
Aquí tienes tu casa. Vuelve
pronto. Muchas gracias de nuevo, señora.
De una casa próxima a la mía
escuche un bolero me llamó la atención la
letra: “Por alto esté el cielo en el mundo,
por hondo que sea el mar profundo”, y me dije: Voy a guardar intacto el
recuerdo de este instante porque todo lo que existe ahora mismo nunca volverá a
ser igual. Un día lo veré como la más remota historia. Voy a conservarlo entero
porque hoy me enamoré de Mariana. ¿Qué va a pasar? No pasará nada. Es imposible
que algo suceda. ¿Qué haré
¿Cambiarme de colegio para no ver a Jimmy y por
tanto no ver a Mariana? ¿Buscar a una muchacha de mi edad? Lo único que puede
es enamorarse en secreto, en silencio, como yo de Mariana. Enamorarse sabiendo
que todo está perdido y no hay ninguna esperanza.
¡Las batallas en el desierto!
ResponderEliminarEs de mis libros favoritos. ¿Has visto la película que hicieron? Se llama "Mariana, Mariana".
Abrazos.
Amores de adolescentes.
ResponderEliminarTan común enamorarse de la madre o el padre de un amigo, como del profesor o profesora de turno. Amores que como vienen se van cuando aparecen los factibles.
No he leído el libro pero voy a indagar.
Besos
Un bonito relato.
ResponderEliminarNunca hay esperanza, pero nos enseñan a creer lo contrario.
ResponderEliminarEl relata, de tan bien escrito, pensé que era real, sonaba a recuerdo.
Saludos,
J.
Hay veces que te enamoras aún sabiendo que no hay futuro en ese amor...
ResponderEliminarHace pensar tu relato de hoy
Besos