—Verá usted, mi marido nunca me dio un capricho que yo, no sé por qué, tenía deseo y curiosidad por satisfacer.
—Diga usted, señora.
—Verá, mi marido, que era muy hombre, muy de pura cepa, opinaba que ciertas cosas que el vínculo pone al alcance de los esposos no eran pertinentes en su caso, ¿sabe lo que le digo?, que para un macho no eran de recibo, ¿me comprende?
—Si se explica…
—Sí, pues que hay cosas que un hombre no debe hacer a una mujer porque son más propias de invertidos. Él decía, muy gracioso, de barbilindos. O sea, que nunca me hizo aprecio por detrás.
— ¿Se refiere, señora, a que nunca la cogió por el culo?
—A eso iba, sí.
—Ah, caramba. Verá, a fuer de sincero, he de manifestarle que comparto en buena medida el criterio de su esposo. Pero no tengo inconveniente en darle a usted tal capricho, tanto más cuanto me he ofrecido por propio gusto a seguir sus designios.
—Si a usted le violenta, no lo haga por mí, que puedo pasar sin conocer lo que tanto tiempo me ha sido vedado
—No, doña María, si a mí no me violenta. Pudiera ocurrir, y deseo que esté usted al cabo, que puestos a ello sea usted la violentada.
— ¡Por probar!
—Probemos.
No bien intentó endosarle el pito, doña María comenzó a gemir débilmente.
—Uy, uy, uy, uy.
— ¿Le hago daño?
—Un poco, sí
—Es lo normal la primera vez. Lo intentaremos de nuevo.
—Uy, uy, uy, uy
—Verá, doña María, su esfínter no está hecho a tal operación, no está dado de sí. Habrá que recurrir a alguna suerte de artificio.
— ¿Cómo qué?
—No tema. Lo oportuno sería lubricar la zona con alguna sustancia grasa que facilitara la penetración. ¿Tiene usted mantequilla en la cocina?
—No gasto mantequilla, ni margarinas, porque engordan, ¿sabe lo que le digo?
—Ya.
— ¿Daría lo mismo «gel» de baño?
—Serviría, pero es que el «gel» es un producto bastante abrasivo, y nos dejaría escocidos tanto a usted como a mí. No es aconsejable.
— ¿Y crema hidratante? Lo que es bueno para el cutis, ya que lo suaviza y purifica, no ha de ser contraproducente para el pompis y tampoco, creo yo, para su pitilín.
—A ver, traiga usted, puede que de resultado
—Voy a buscar un tarrito. Usted quédese como está y cierre los ojos, que me da apuro que me vea toda en pelotas
— ¿Ya?
—Sí, ya.
Y vio a Doña María en posición de faena, inmóvil, esperando acontecimientos, destapó el pote, se embadurnó generosamente y untó profusamente el ano de la señora, introduciéndole con el dedo meñique un poco de crema.
Decidido a ir a por todas, a jugársela, arremetió sin aviso contra doña María.
—Ahora sí, ahora sí ¡Esta sí que es buena! ¡Qué gusto, qué gusto! Siga, que va bien, siga, siga, siga. ¡Es el no va más!, ¡es el no va más! ¡Es el acabose!
Fue lo último que dijo antes de correrse con el culo a media altura, caliente y colorado de placer y vergüenza. Y así mismo se quedó dormida. Como un bebé en una cuna
Jajajajajajajaja, me partoooo!! Qué bueno :)
ResponderEliminarBesos
Ojalá a todos y todas las que mandé a tomar por el trasero se lo hubiesen tomado con tanto gusto...
ResponderEliminarMe lo apunto.
;)
Besos, Chaly.
Mira que feliz se ha quedado...
ResponderEliminarSaludos.
¡Vaya con Dª maría!
ResponderEliminar¡Vaya con Dª maría!
ResponderEliminarNunca es tarde si la dicha llega (o si la dicha es buena, según otros).
ResponderEliminarUn abrazo.
jajajaja
ResponderEliminar