viernes, 22 de julio de 2016
692: Buscando… buscando
—Muy delgada.
— ¿No te gustan las delgadas?
—Hay delgadas y delgadas. Pero en fin. Es una posibilidad. Tendrás más.
La doña escribía números y nombres sobre un papel como si estuviera escribiendo una receta médica.
—Con ésta, sobre todo, mucha discreción. Sólo por las tardes. Números de teléfonos y nombres de mujeres.
—Y una vez contactadas ¿dónde las llevo?
—Yo sólo facilito el contacto.
— ¿Pero no podemos venir aquí? ¿No tienen un sitio?
—Esto es una oficina de contactos. No un “meublè”. A su edad ya tendría que saber a dónde llevar a una mujer.
—Parezco mayor de lo que soy.
—Cerca de aquí, en la plaza, hay un “meublè”, el Majaría. Si quiere puede empezar con la que acaba de llegar. Pero primero toma una copa con ella. Hay que tener una cierta delicadeza.
— ¿Me costará muy cara? No llevo dinero encima, casi. El cambio que me ha dado. Si he de pagar la habitación.
—La habitación le costará unos setenta pesos y con el resto le basta. Está muy necesitada esta chica.
—Bueno. La invitaré a una copa de momento.
—Bien hecho. No hay que perder las formas. Aquí vienen muchos que se creen que todo consiste en llegar y catacric catacrec.
Llámeme dentro de dos o tres días si no le han ido bien los contactos que le he dado. Ya sabe. Lo que ha pagado le da derecho a dos meses de información.
Se alzó dando por terminada la audiencia y se anticipó a René para explicarle a la muchacha que aquel señor quería salir de allí con ella.
Bajó la chica la escalera por delante, con una cierta elegancia en sus movimientos de joven esqueleto y se dejó invitar a un cortado en el bar de la esquina. Le contó que vendía por las casas aparatos para hacer sorbetes.
—No sabía que había tanta afición al sorbete.
—Bueno, el aparato sirve también para hacer mayonesas, amasar, incluso para hacer embutidos y si eres aficionado le puedes aplicar una serie de piezas que de hecho te eliminan toda la cantidad de aparatos y aparatitos eléctricos de una cocina.
— ¿Sale muy caro?
—Antes era carísimo. Ahora han sacado este que vendo yo y te sale por unos cien dólares.
— ¿Vendes muchos?
—No. Acabo de empezar. Por eso sigo viniendo por aquí. A propósito. ¿Quieres que vayamos a alguna parte?
Terminarían hablando del hijo o de la hija sin padre o con mal padre o con padre tullido que la esperaba en casa y contándole las costillas enrojecidas por la luz afrodisíaca de un “meublè” mal ventilado. Rene dejó caer doscientos pesos en el bolso entreabierto del que ella había sacado un catálogo del batidor eléctrico mágico.
—No me apetece hoy. Quizá otro día. Dame un catálogo. El aparato me parece muy útil.
—Lo es. Lo es.
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Seria bueno que en vez de comentar nada
ResponderEliminarcomenzaras a ser el hombre que está dentro de vos
Un abrazo
El sexo así no me atrae.
ResponderEliminarMe parece cutre.
No me motiva.
Además me parece un acto vil de explotación humana.
Saludos.
Jamás lo entendí. Yo sería incapaz aunque fuera hombre. No le veo la gracia ( no me refiero a tu texto)
ResponderEliminarBesos
Me pareció tristísimo, se percibe una soledad total en los dos personajes.
ResponderEliminarBesos.
Dos soledades que acaban encontrándose...
ResponderEliminarSe te dan bien estos relatos, Chaly.
Besos.