699: Sin ella, nada me importa.

—Pero qué has hecho, desgraciado. ¿Por qué?
—Fue un mal momento. Estaba escrito. Estaba escrito. He vuelto a recordar escenas de mi niñez, de cuando éramos unos críos y, aunque parezca mentira, Ella llevaba dentro de sí su propia muerte y yo mi perdición. Sé que te sonará a novela, a cuento chino, pero cuando repaso estos años, tantos años, y me veo, nos veo a los dos, pienso que no podía haber habido otro resultado. Yo le propuse muchas veces dejarlo todo, casarnos, irnos a un rincón del mundo a vivir juntos, pero hubiera sido imposible.
—¿Qué te hizo para que la mataras?
—Nada lo suficientemente grave como para que la matara. Te lo digo ahora, con el corazón en la mano. Tal vez lo peor que me hizo fue al comienzo, cuando me enteré que se vendía. Tal vez allí empezó esto.
Y abarcó con los ojos las cuatro paredes de su encierro.
—Has de buscarte un abogado. Necesitarás testigos. Yo hablaré por ti, diré que te ofuscaste, has de buscar una razón para eso, que no quiso irse contigo y te cegaste. Locura transitoria.
—Olvídalo, debo pagar por la locura de enamorarme y confiar en sus palabras.
— ¿Pero te has dado cuenta de que vas a tirarte años y años de cárcel?
—Sin ella, nada me importa.