LOS JUGUETES SEXUALES
Los
cajones de Mr. Grey están repletos de juguetes sexuales. Y él, obviamente, sabe
cómo utilizar cada uno de ellos para proporcionarle a su amada el máximo
placer.
Sólo
tiene veintisiete años, pero dispone de unos conocimientos prácticos
sorprendentes. A Mr. Grey, el dicho «Escoba nueva barre bien, pero
escoba vieja sabe dónde barrer» le resbala.
Tiene
el cuerpo de un muchacho y la experiencia de un chulo viejo.
Son
los milagros de la ingeniería genética, o de la ingeniería editorial.
Gregorio,
que no es precisamente un experto en artilugios sexuales, va un día a visitar
un establecimiento especializado en accesorios eróticos con el fin de ampliar
su cultura. A decir verdad, se siente más bien violento. Entre otras cosas
porque si, por ejemplo, tuviera que ir a la farmacia a comprarse la crema para
las hemorroides, podría excusarse ante la procaz farmacéutica: «Es para mi
pobre abuelo, ¿sabe?», reforzando la aclaración con una expresión de repugnancia
e incredulidad. Pero aquí, en el sex shop, los vetustos glúteos del
abuelo no pueden sacarlo del apuro.
Una
vez en la tienda del pecado, se le abre un mundo. Y, en verdad, de ese mundo no
es que él sepa gran cosa. Lo primero que ve, por ejemplo, lo sume en el
desaliento más profundo: «¿Qué coño hace un patito de goma en la estantería?
¿Desde cuándo los patitos de goma se han convertido en pornopatitos? Decidme la
verdad: ¿qué ha pasado en Patoburgo?»
Después,
con la intención de mudarse por venganza a Ratónpolis, se pasea entre los
estantes mostrando un aire escéptico para darse tono. Muñecas hinchables,
vulvas hinchables, penes hinchables.
El
kit para naufragios está bien surtido: si a bordo del Titanic hubiera
viajado un erotómano, no habría pasado lo que pasó.
Ahora
Gregorio examina un vibrador que presenta en un lado un dedito índice dirigido
hacia arriba, como si estuviera regañando a alguien. Claro, porque sin ese
dedito, quién estimula el clítoris, ¿eh? No quisiéramos hacer distingos en la
vagina de nadie, ¿verdad? Gregorio piensa que el dedito también lo lleva él de
serie, pero no dice nada.
¿Y
el llamado vibrador de garfio? No será el del capitán homónimo, ¿verdad? Que
no, usuario bobo, está hecho adrede para alcanzar el punto G.
¿Y
los anillos fálicos? ¿Son para las más románticas? Y estas pinzas, ¿para qué
sirven, para mantener en su sitio los pezones despeinados?
A
continuación, Gregorio descubre, en la sección high-tech, algunos
juguetes sexuales que se conectan nada más y nada menos que al reproductor de
MP3. Por lo visto, según la potencia de los gemidos que emite la Lola de turno,
ellos comprenden solitos la intensidad que ella prefiere. ¡Caramba!
Así,
Gregorio, en parte consternado y en parte confuso, abandona el establecimiento y
entra en la frutería de al lado: «Perdone, ¿no tendrá usted plátanos? Pero de
esos de antes, ¿eh?»
tanta sombra ya me espanta , aunque las de Gregorio me arrancan alguna sonrisa
ResponderEliminarbesos
Hombre ahora no tiene porque pasar por esos trances, puede comprar cualquier juguete erótico por Internet, hasta la crema para las almorranas; y sí es cierto, no hay nada como un buen plátano, pero eso de los de antes, que eran más sanos y más gordos.
ResponderEliminarAbrazo.
Que Greogorio no se haga tantos problemas y se compre los plátanos, sirven para la presión arterial y tienen un montón de vitaminas.
ResponderEliminarBesos, Chaly.
A que Gregorio, llévalo con Gustavo!!!
ResponderEliminarBesos =)))
Nunca entré a un sex shop y no soy de usar juguetes. Es increíble las cosas que hay ahora. Ya que está ahí que se compre un pepino.
ResponderEliminarSaludos.
El plátano es muy saludable, jjje sirve para todo. Es mejor que cualquier juguete de esos, además puede ponerlo en el frutero sin problema, nadie va a pensar mal...
ResponderEliminarBesos Chaly
Puri