lunes, 6 de marzo de 2017

902: Carlos Medinaceli: LA CHASKAÑAWI

- ¡Había llegado, pues, el Adolfito!..
- ¿No sabías? Nosotras supimos ya anteayer, al ratito que llegó. Al día siguiente le mandamos saludar. Ya ha de venir a visitarnos. Dizque es un joven "muy educado".
- iClaro! Como que a eso ha ido a Sucre. No faltaba más que después de hacer gastar tanto a sus padres, todavía regrese hecho un zote, como los jóvenes de aquí. ¿No ven cómo es de buenito el Fernando?
- Sí, sí, el Fernando es muy educado "con las señoritas" – apoyó Elena -. No es "cholisto" como los... otros.
- Eso... ¡quién sabe! -desconfió Irene, la mayor de las Manrique.
En oposición a su hermana, era alta, espigada, de ojos glaucos y nariz picuda. Elena, petiza, morena, graciosa, de un mirar aterciopelado y genio movedizo.
- ¿A que no hacemos una cosa?
- ¿Qué...?
- Le damos un baile festejando su buena llegada.
- No estés metiéndote, vos, zamba, a estar haciendo bailes. Ya sabes las consecuencias cuando se llega a hacer y las habladurías que cuesta. ¡Vos no escarmientas!
Elena hizo un mohín de disgusto torciendo el rostro en dirección opuesta al de su hermana. Replicó luego, no menos agria e intencionada:
- ¡Claro! ... Como que a vos no te conviene.
- ¿Qué dice esta zamba...? Dirás porque no está aquí el Miquicho... iBaff! ... iMe importa tanto! ...
- Sí, y te estás muriendo por él, cuando ni siquiera te hace caso...
Ambas hermanas cruzaron sus miradas como dos aceros. La cosa se iba poniendo mala. Era lo de siempre: si Irene proponía una cosa, Elena le llevaba la contraria, y viceversa. Sólo Antonia nunca decía nada. Era una palomita sin hiel. Su hermana Irene la llamaba "la mosca muerta".
Diplomática, Amalia intervino:
- ¿Y qué se dice del matrimonio del Silverio...? ¿Ustedes creen que vendrá a casarse?
- Si dicen que tiene su querida en Pulacayo... ¿Cómo quieren que venga a casarse?- observó, sentenciosa, Irene.
- ¿Ajaá? - se pasmó Julia Valdez.
Era otra palomita sin hiel, tipo de belleza marfileña, pálida, y con un abandono gracioso en los ojos pardos, de lánguido mirar. Amalia solía decir de ella: "Esta Julia tiene una mirada compasiva".
- iOh! - afirmó la Vega -. Eso, todo el mundo lo sabe.
Amalia era petiza, gordinflona, de carrillos gruesos y arrugados. Empero, conservaba su genio alegre, su buen humor epicúreo en la jugosidad eglógica de sus bellos ojos esmeralda.
Elena, contrariada, quiso alejarse de su hermana. Susurró al oído de Julia:
- Hagamos que pasear. Tengo que contarte una cosa.
Comenzaron a pasear por las aceras. Pronto se cruzaron con Adolfo y Fernando.
- ¿Y, qué tenías que contarme? - inquirió Julia.
- Me han dicho que estas pololeando con el Fernando.
- ¡No es cierto, hija! ... ¿Cómo, pues, sabiendo que es tu enamorado...? ¡Eso nunca!... Si quieres lo llamaremos aurita mismo.
Aceptó Elena, gozosa. Lo que ella buscaba era justificar el llamamiento a Fernando. Éste, a una señal de Elena, se aproximó a ellas.
- ¿No es cierto, no, don Fernando, que yo no he pololeado nunca con usted...? - soltó, ex abrupto, Julia.
- No, desgraciadamente - repuso Díaz -, porque desde que llegué me atrapó esta Negra bandida y como yo soy como los fosforitos de palo, que sólo se encienden en su cajita...
- ¡Ay, este atrevido...! ¿Dónde he sido tu negra bandida?
- Bandida... no serás... O, lo eres, a ratos; pero negra, sí, lo eres: eso no puedes negarte: "Negra eres y en mi negra te convertirás", como dice la Biblia. "Pulvis es et in púlverum reverteris"... ¿Entiendes?
Díaz era... "así". Venía de vez en cuando a San Javier, a pasar una temporada "virgiliana", como él decía. En esa temporada, hacía el amor a Elena, su "novia de vacaciones". Después se marchaba, con una cólera tremenda, a Potosí, donde tenía un empleo. Más que por parientes, eran con Adolfo, por afinidad electiva, amigos.
- ¿Y qué dice el Adolfo? - preguntó Elena, que era la curiosidad provinciana andando.
- Que ustedes son muy antipáticas.
- ¡Guaj! -exclamó Julia -. Y nosotros que pensábamos darle un baile de buena llegada.
Querellosa, rogó Elena:
- Sí, Fernando..., ¿quieres, amorcito? Le daremos un baile.
- Pero si está de luto.
- Entonces un almuerzo - persistió Elena.
- Ni almuerzo, ni nada: está de luto... Eres zonza, ¿no? Confesa no más que eres de una estupidez enciclopédica.
- Sí, pues, soy tan bruta, que estoy pololeando con vos, después de que vos eres un canalla, un cholisto... Crees que no me han avisado lo que vas a tunar donde las imillas del "Rancho".
- Sí, soy un, canalla, y un cholisto y, ¿qué más? No has dicho lo principal.
- ¿Quieres más...? Pues, bien: ¡bandido!... Si no estuviéramos en la plaza...
- Me pegabas uno de esos pellizcones que acostumbras. Pero, no. Desde ahora no te dejo que abuses de mi pobre humanidad... ¿Te has figurado que yo soy como esas cositas que tienen las mujeres?...
¿qué se Ilaman?
- ¿Qué cositas... ?
- Esas cositas donde ustedes clavan sus alfileres.
- El corazón, será, pues.
- No, ahí, no me dejo tocar con nadie. ¿eh? ¿Has oído? ¡Con nadie! Eso está guardado para...
- ¿Para quién? ¿Para quién? ... Para alguna chola, pues, ¡claro!
- Para nuestro Señor Jesucristo... ¡No sabes que yo soy del Corazón de Jesús? ... A él se lo he entregado el mío... De modo que vos puedes contentarte con el resto.
- Ándate a un cuerno: Rancheño.
- No se enojen, pues... - intervino Julia -. Y, hablando en serio: ¿cómo lo festejamos a don Adolfo?
- Lo mejor será - afirmó Diaz - que tú, Julia, si tanto te interesas por él, lo enamores - y como a la sazón se cruzaban con Reyes, Fernando lo llamó y le dijo:
- Adolfo, Julia dice que tú le has caído en gracia. Tanto te estima que quería organizar un baile para celebrar tu buena llegada, sin pensar que estás de luto.
Agradeció Adolfo. Lamentó el luto. Siguieron paseando.

A cosa de las once y media, Reyes caminaba del lado de Julia, acompañándola a su casa. Adolfo había comenzado a enamorarse de Julia, de esa única manera que sabía enamorarse. Lejos de don Juan. Cerca de Werther.

7 comentarios:

  1. A mí no llegaron a tocarme los lutos directamente, pero he convivido con ellos.
    Un abrazo.

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  2. Buen relato.
    La frase final me ha encantado, eso sí, como ame más como Werther, la pobre Julia no tiene nada que hacer.

    Besos

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  3. Me encantó este relato
    El enamoramiento siempre es hermoso. Todos nos enamoraamos de la mejor forma que sabemos :)

    Besitos

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  4. Si Adolfo se enamora de la dulce Julia, ojalá no sufra como el pobre Werther.
    Besos, Chaly.

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  5. Esto va para novela costumbrista.
    Muy bien escrito.
    Besos

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  6. Tu imaginación es asombrosa. Ya quisieran muchos escritores y novelistas, dar para tanto.

    Abrazo,

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