—Perdona.
Me venció la emoción.
—Ya lo
noté. Y no era mi idea de desayuno, ¿sabes?
—No
suelo… hacer estas cosas. Al menos no sin previo aviso, pero…
—No
era algo que me hiciera especial ilusión. Pero no te preocupes, me sirve ya de
regalo de cumpleaños. Te agradecería que en próximas ocasiones me avisaras…
—De
verdad que lo siento. Espero que no haya sido muy desagradable
Lo
dijo acariciándome la mejilla. Ese gesto me enterneció.
—Nuevo.
Pero, insisto, avísame la próxima vez, ¿ok?
Levantó
la mano y me dio su palabra de honor.
—Y
oye…, ¿hay algún capricho que yo pueda satisfacer? Para recompensarte.
Arqueé
una ceja y asentí. Bueno, al menos iba a recibir una gratificación a cambio de
aquello. El se incorporó y yo abrí las piernas, flexionando las rodillas.
—Me he
quedado con ganas de más
Si al
final pasaba de mí después de aquello al menos me quedaría con el recuerdo de
que tuve su cabeza entre mis muslos.
—Oh… Oh,
joder…
Me
miró desde allí abajo con suficiencia. Su mano derecha abandonó mi muslo y
metió dos dedos dentro de mí.
—Para,
para, que me corro
—Eso
es lo que quiero, querida.
—Ya.
Se
levantó, se pasó el antebrazo por la boca y me sorprendió ver que se había vuelto
a empalmar. Joder. ¿No íbamos a salir de la cama en todo el día?
—¿Y
ahora qué hacemos con eso?
—No,
princesa. Soy humano. Esto… bajará.
Nos
sentamos en la mesita de una pequeña cafetería y pedimos un brunch.
Disfrutamos de una taza de café, que nos sirvieron enseguida.
Apoyé los pies, por debajo de la mesa, en una de sus rodillas y, acomodándose, alcanzó
el periódico y se puso a hojearlo mientras yo hacía lo mismo con el dominical.
Le miré por encima de la revista y él me miró, sonriente.
—¿Qué?
¿Por qué me miras así?
Me
quitó la zapatilla y yo moví los deditos dentro del calcetín de colores. Él me
masajeó el pie y yo me mordí el labio con placer.
—¿Lo
haces todo tan bien?
—Pues
aún no me has visto cocinar.
Seguí
con la revista, leyendo un artículo sobre los guerreros de terracota de Sian.
Una excavación reciente había encontrado unas doscientas figuras más. El movió
mi pie y me hizo notar una erección. Le miré, apartando la revista.
—Qué
cara más dura tienes.
—Yo
solo te aviso de lo que hay.
—¿Cuánto
tiempo llevabas cargando los tanques?
—Algún
tiempo. ¿Por? ¿Has tragado mucha agua cuando te has puesto a bucear?
Le di
una patada con el pie que no estaba acariciándome.
—¿Cuánto
tiempo llevabas sin…?
—¿Sin
follar?
—Oye,
el local es pequeño y los de la mesa de detrás aún deben de estar alucinando
con tu símil sobre el buceo.
—Un
mes
—¿Y
quién…?
—Una
chica.
—Ya.
Bueno…, no es demasiada información, ¿no?
Sonrió,
pero no contestó. Después me miró otra vez y me preguntó cuánto llevaba yo.
—Pues…
Mucho.
—¿Cuánto
es mucho?
—¿Cuántos
años tengo?
—Que
yo sepa, veinticinco
—¿Y tú?
—Treinta
y uno, pero eso no contesta a mi pregunta.
—Un
año largo. ¿De qué te ríes? Ya me había acostumbrado…
—Pues
olvídate de esa rutina. Yo querré hacértelo todos los días.
—Contra
el vicio de pedir está la buena virtud de no dar.
—No
hay nada que no me vayas a dar. Ya no puedes decir que no.
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminar(Disculpa Chaly, he borrado el comentario de Robledo Ruiz; es mi mujer).Resulta que no me he dado cuenta, y estaba en blog cuando he dejado el comentario. Te decía que vaya par de folladores natos, y menudos salidos. Ahora yo creo que el menda, no sería ni humano, más bien se trataría de algo así como Robocop.
ResponderEliminarAbrazo.
Bueno, bueno.....!
ResponderEliminar=)))
Evidentemente un mes de abstinencia era mucho tiempo...
ResponderEliminarBesos.
sonrio es de mañana y el sol entra por la ventana
ResponderEliminar¿Un mes...!!!??????
ResponderEliminarDemasiado tiempo!!!!
ResponderEliminarBesos.