jueves, 16 de marzo de 2017

910: sombras de Gregorio: LAS COMPRAS

Hay una cosa en la que Mr. Grey es todo un ejemplo que imitar: él no acompaña jamás a su amor cuando va de compras. 
El muy listo subcontrata esta temible tarea a un personal shopper de confianza, que compra las prendas y se aburre en su lugar. 
Un auténtico genio del mal, este Mr. Grey.

Gregorio, en cambio, sobre todo en esos dos períodos del año que marcan la catástrofe emotiva y el colapso físico (las rebajas), acompaña a Lola a la caza de ocasiones. 

Lo hace sólo porque le cuesta menos esfuerzo ir que decirle que no. 
Error imperdonable, superficialidad perniciosa. Porque Gregorio olvida que su papel no es sólo el de acompañante (y, por lo tanto, el de chófer), ni en último término el de ser quien paga (y, por lo tanto, el de cajero automático), sino sobre todo el de consejero. 

Un consejero que sepa no sólo decir esto sí, esto no, sino que sea capaz de justificar de manera convincente sus decisiones. 
Sin embargo, al dar su opinión, debe tener el juicio de evitar frases poco afortunadas como «Esto no, porque se ve que tienes los brazos fofos», «Esto no, porque se te ven las rodillas de pan de molde» o «Esto no, porque hace que parezcas la hermana tonta de la abeja Maya».

La fórmula mágica, siempre y en todo caso, debe ser: «Esto no, porque no realza bastante tus encantos.» Pero la fórmula se le olvida, como también se le olvida que había jurado solemnemente que no volvería a ir nunca más de compras con Lola.

Así, en julio y en enero, o al principio de cada temporada en los outlets, vemos flotas de Gregorios que siguen a sus Lolas como chuchos deprimidos con correa, aullando aburridos y levantando de vez en cuando la pata para hacer pipí en algún probador sólo para acordarse de que son machos. A veces tratan de mear también en las piernas de alguna dependienta procaz, simplemente para marcar el territorio, pero lo único que consiguen es un golpe de periódico en la nariz.

Además, los pobrecillos no saben que lo peor está por llegar. 

Una vez de vuelta en casa cargadas con bolsas de todo tipo, las Lolas tienen que volver a probarse todos los vestidos, zapatos, bolsos y gafas. Porque, ya se sabe, el espejo de casa es mucho más sincero que el de las tiendas. 

Y ahora se dejan arrastrar por un ataque de nervios porque se ven demasiado gordas, demasiado flacas, demasiado altas, demasiado bajas, demasiado rubias, demasiado morenas, demasiado todo, y nada les parece bien.

Los Gregorios asisten angustiados al desmoronamiento, y tratan de llegar a hurtadillas al salón y a su correspondiente televisor avanzando de lado con pasitos cortos mientras silban como si la cosa no fuera con ellos, pero en seguida los pillan, los hacen volver a su puesto y los pegan a la silla con pegamento.

Si hubieran leído la célebre trilogía, se habrían ahorrado todos estos contratiempos.
Aún estáis a tiempo de leerla, Gregorios de todo el mundo.

Son unos tochos de quinientas páginas cada uno, pero vale la pena. 

9 comentarios:

  1. Todavía existe esto? De verdad? No creo que ya sea así, habrá algún caso, no.digo que no, pero me da que ya preferimos ir solas:
    1- Nadie tiene que pagarte nada, te lo pagas tú.
    2- Nadie te molesta con opiniones que no has pedido.
    3-Compras lo que te da la gana sin tener que oir quejas de nadie.

    Y si alguien te acompaña es para echarte unas risas...

    Besos

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  2. Yo todavía veo Gregorios con caras de aburrimiento. No creo que paguen pero acompañan y aguantan, que no es poco.
    Al revés también, las Gregorias existen.
    No me gusta ir de compras, voy lo menos posible y siempre sola.
    Nunca había oído lo de "rodillas de pan de molde", jajaja.

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  3. Me he reído mucho pero no se, yo me siento mucho más identificada con Gregorio que Lola, la verdad...
    Menudo Calvario

    Un saludo coleguita

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  4. Noooo, hay que ir sola y elegir según el gusto propio.
    Yo decido rápido, pero no soportaría la cara aburrida y ausente de un Gregorio esperando del otro lado de la cortina del probador.
    Besos, Chaly.

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  5. No me gusta ir de comprar, ni propias ni ajenas.
    Un abrazo.

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  6. Quizá todavía exista algún pobre y bobo Gregorio, pero por suerte, cada vez nos pagamos más las compras con nuestro propio sueldo y preferimos ir con una amiga. No obstante, aunque haya algún estereotipo se lee rápido y tiene humor y seguro que es mejor que la inaguantable Sombras de Grey.

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  7. En este caso os comprendo a los hombres, porque nos ponemos muy pesadas con las preguntitas que os hacemos en los vestuarios. Porque las mujeres somos muy pesadas en este tema, aunque yo tengo la buena costumbre de ir solita de compras. Mucho mejor.

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  8. Es increíble que lo pongan en duda, más las mujeres. Hay Gregorios en todos lados. Y no porque quieran serlo, porque los obligan a ser así.
    En fin. Esto es la vida misma.
    Saludos.

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  9. Yo odio ir de compras y que me acompañen aún más.
    Besos.

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