Ella
tenía la figura de una diosa del Renacimiento: todas sus formas eran redondeadas,
de pómulos a muslos. Sus ojos, de color bronce, almendrados, intensos, venían
del cielo, o del infierno, pero no podían ser del mismo lugar del que habían
salido el resto de mortales. Dichosos mis ojos cuando se encontraban con ellos.
Dichosas las miradas de reojo que empezaron en esas semanas en las que mis
visitas a esa sección de la empresa se hicieron más frecuentes. Dichoso el
momento en el que los dos dejamos de vernos para empezar a observarnos.
¡Uuuuuuuiiiiiiiii qué romántico!
ResponderEliminarDejar de vernos para empezar a observarnos, muy bueno...
ResponderEliminarHe de confesarte que pensé que ibas a acabar el micro con un....dichoso el momento en que nunca más la volví a ver.
Besos
El final es sublime.
ResponderEliminarOhhhhhhh!
ResponderEliminarMuy requeteromántico!!
♥♥♥
Eso merecía una historia de amor.
ResponderEliminarUn abrazo.
La curva del ser que despierta las ansias totales por mostrar una parte del todo, una total desnudez del alma y del cuerpo... la estructura precisa que provoca cualquier boceto de sonrisas sin piedad... la felicidad en cualquiera que sea su orden...dórico, jónico, corintio... humano y sentimental, hasta erizar consuelo y placer.
ResponderEliminarSaludos.
Inesperadamente romanticón.
ResponderEliminarSaludos.
Era una mujer hermosa si señor...
ResponderEliminarMil besitos amigo :)