viernes, 21 de abril de 2017

942: Lorena Maldonado: lo del orgasmo

“A veces tengo ganas de ser vieja. Tan vieja que lo olvide todo. Espero no necesitar nada, espero no echar de menos algo o a alguien porque lo habré olvidado todo: los hijos que tuve, las casas donde viví, los hombres a quienes amé”

“Quiero acabar como una hoja en blanco, tan falta de pudor como cuando vine al mundo y me recibieron los gritos de mi madre. Porque seguro que en ese momento no tenía pudor. ¿Quizá sea el pudor lo que me impide ir más allá, lo que no me permite tener un orgasmo?”

Ella tiene fantasías, tiene apetito. Evoca y se empapa; ha estudiado su propia concupiscencia, pero siempre asiste al sexo como la visitante de un museo. Es capaz de admirar la belleza, pero no de asirla. Sale del coito como muerta, con las manos vacías. No sabe lo que es un orgasmo y no entiende por qué: cree merecérselo.

Al principio uno cree que es una señora maniática y carca, soberana aburrida de una hermosa casa con jardín, una mujer monógama y previsible que se casó, dio a luz a tres hijos mimados y coñazo y ahora se da cuenta de que lleva toda la vida sin sentir nada y que está harta de fingir el puñetero clímax como una intérprete afectada y escandalosa. Pero ahora está pocha.

Se compra entonces un masturbador con garantía de orgasmo de 30 días y se encierra en el dormitorio a afanarse en la tarea. A ratos rompe con algún pepino o una berenjena, lidia con las interrupciones de las vecinas, de los críos. Lo interesante no es la ejecución de la masturbación, sino los recuerdos y las influencias que la asaltan.

Evoca su primera vez: se enfadó porque unos obreros le dijeron “quita de en medio, niña”, se maquilló, se vistió, empuñó los pezones, sin sostén, tras el jersey, y, a la noche, acudió a la zona ruinosa. Sólo quedaba uno de los trabajadores. Se subió a horcajadas sobre él, hundiendo la nariz contra su mono naranja. Después se fue. También regresa al momento en el que su primer novio le pidió que le tocara y ella no quiso, y cómo, a la semana, él la abandonó.

Vuelve a ver en su cabeza al pervertido del barrio que perseguía a las niñas. Y a aquel joven del que se enamoró, que era un cordero manso con querencia a la bebida. Recuerda cómo lloraba sobre su vientre. Cómo la empujaba fuera de los bares, para que no le viera trasegar. Y cómo, cuando ella se marchó a la universidad, él le mandaba cartas de amor con tristísima caligrafía. Contó a sus compañeras de cuarto que eran notas de su hermano de diez años.

Ella aprendió a emplear el sexo como un arma intermitente que valía con todos menos consigo misma: no se dejaba ni rozar.

Uno entiende que el placer sexual no sólo depende del momento en el que se celebra, sino de todas y cada una de las experiencias, las sensaciones y las cargas emocionales que rasgan la biografía. De la concepción de uno mismo y del otro. De las herencias paternas, de los roles mamados de hombre y mujer. El placer -qué raro- pende de la inteligencia, y también de la capacidad de abstracción; la fruición -tomen nota- no existe si no hay sorpresa, porque el gozo no cabe en las compuertas de la costumbre.

El marido, siempre que quiere acostarse con ella, le acaricia las tetas con desapego, le presiona el clítoris demasiado fuerte y ella gime para hacerle creer que él sigue siendo el mejor. Es interesante cómo reflexiona sobre la tendencia femenina a reconfortar al hombre, a convencerle constantemente de que es lo suficientemente bueno.

Ella explora hasta en una experiencia lésbica que empieza prometedora y acaba en vómito. Hasta en las noches de aire espeso, cuando lleva semanas sin dejarse penetrar por su marido. 


Ahora me toca a mí, de Selma Lonning Aaro es una autoexploración, un auscultarse hacia adentro. 

6 comentarios:

  1. Deja un amargo sabor de boca. Tristeza de la que se clava.

    Besos

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  2. Qué pena me ha dado al leerte pensando que eso es verdad, pero afortunadamente parece que está cambiado.

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  3. Con toda esa experiencia, la guitarreada es su mejor opción.
    Saludos.

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  4. Triste lo que se cuenta aquí.

    Un abrazo grande Chaly :)

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  5. No hubo catzo que le viniera bien,el problema lo tiene en la cabeza!!

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