Marcuse consideraba que la sociedad tecnológica reforzaba la
dominación de las masas; y que lograba debilitar la «energía erótica» del
hombre, a la vez que volvía su sexualidad más intensa y tiránica.
A esta
«liberación de la sexualidad en modos y formas que reducen la energía erótica»
es a lo que Marcuse llamaba «desublimación represiva»: cuanto mayor es la
liberación de la sexualidad que logran los hombres, más pálida y desfalleciente
se torna su capacidad de protesta, más abyecta su sumisión al poder.
Nunca, en efecto, como en nuestra época se había logrado imponer
de forma más eficaz esa «desublimación represiva». A ello han contribuido la infestación
pornográfica favorecida por las nuevas tecnologías, la proliferación de los
derechos de bragueta y el florecimiento de una ensalada de ideologías
“identitarias” (feminismos, homosexualismos, ideologías de género) que han
desactivado por completo la vieja “lucha de clases”, atomizándola en un
enjambre de egoístas luchas sectoriales, a la vez que han destruido por
completo los “cuerpos intermedios” dejando a las personas más solas y
desvinculadas que nunca, absortas en la exaltación de su sexualidad polimorfa.
Así, en esta nueva fase de la «desublimación represiva», ya no
queda energía para cambiar las estructuras opresoras, ya no quedan fuerzas ni
cohesión social para reclamar mejores condiciones laborales, formas de vida más
enaltecedoras o instituciones políticas menos corruptas.
Porque toda esa energía ha sido encauzada muy inteligentemente
hacia una liberación de la sexualidad que nos tiene gratamente satisfechos,
mientras nos masturbamos ante la pantalla del ordenador, mientras cambiamos de pareja
o de sexo, mientras combinamos sexos y parejas, mientras abortamos como quien
se quita una verruga, mientras indagamos nuestras copiosas y cambiantes
identidades de género.
Y como, además, todas estas nuevas formas de
«desublimación represiva» evitan o dificultan la procreación, la tornan enojosa
o indeseable, ni siquiera tenemos que preocuparnos por dejar a nuestros hijos
un mundo mejor, ni siquiera tenemos que preocuparnos por reclamar mejores
condiciones laborales, formas de vida más enaltecedoras o instituciones
políticas menos corruptas.
Nunca la gente había amado tanto su servidumbre.
Así podemos dedicar todas nuestras energías a reclamar más derechos de bragueta, penes y vulvas de repuesto, penevulvas y vulvapenes reversibles, hasta quedarnos sin luchas, sin clases, sin padres, sin hijos, sin raíces, sin historia, prisioneros de nuestra bragueta, alfeñiques inocuos en manos de marionetistas que nos miran benévolos, y se carcajean.
Las vulvas creo que siempre más o menos están preparadas, pero los penes, no estaría nada mal, tener un par más de repuesto. Bueno, mientras sigamos teniendo energía no vamos mal del todo.
ResponderEliminarAbrazo Chaly.
Que no nos queda energía para protestar por nada , es verdad, cuando tendríamos que estar tirados en las calles reclamando nuestros derechos. Ahora que la culpa sea de la desublimación represiva... habría mucho que hablar.
ResponderEliminarYo mi energía creo que casi la gasté ya.
ResponderEliminarBesos.
Me quedo con la frase nunca la gente había amado tanto su servidumbre...aunque creo que en realidad nunca la gente había sido menos consciente de su servidumbre.
ResponderEliminarBesos