— ¿Qué va a ser de
nosotros?
Yo callaba.
— ¿Sabe?, cuando se
marchó ayer, dejándome sola en esta habitación en plena tarde, me dije a mí
misma que nunca más volvería a vivir algo así. Nunca más, ¿me oye? Nunca más…
Me vestí y salí. No
sabía adónde ir. No quiero volver a vivir esto, no quiero volver a tumbarme con
usted en una habitación y después verlo marchar. Es demasiado duro.
Le costaba articular.
—Me había prometido a
mí misma no volver a vivir con un hombre que me hiciera daño. Creo que no me lo
merezco, ¿comprende? No me lo merezco. Entonces por eso le pregunto: ¿qué va a
ser de nosotros?
Yo no decía nada.
— ¿No dice usted nada?
Me lo temía. ¿Y qué puede usted decir, de todas formas? ¿Qué puede usted hacer?
Tiene a su mujer y a sus hijos. Y yo, ¿qué soy? No soy casi nada en su vida.
Vivo tan lejos… Tan
lejos y de una forma tan extraña… No sé hacer nada como los demás. No tengo
casa, ni muebles, ni gato, ni libro de cocina, ni proyectos. Yo que creía que
era la más lista, que había comprendido la vida mejor que los demás, y me
felicitaba por no haber caído en la trampa. Y ahora está usted aquí, y me
siento totalmente perdida.
Ahora me gustaría
asentarme un poco porque encuentro que con usted la vida es hermosa. Le dije
que intentaría vivir sin usted… Lo intento, lo intento, pero no soy muy
valiente, pienso en usted a todas horas. Así que se lo pregunto ahora, y tal
vez por última vez, ¿qué piensa hacer conmigo?
—Amarla.
— ¿Pero qué más?
—Le prometo que nunca
más la abandonaré en una habitación de hotel. Se lo prometo.
Y me di la vuelta para
hundir mi rostro entre sus piernas.
— ¿Pero qué más?
—La amo. Sólo soy
feliz con usted. Sólo la amo a usted. Yo… Yo… Confíe en mí.
Me soltó la cabeza y
nuestra conversación murió ahí. La tomé con ternura, pero ella no se
abandonaba, se dejaba hacer. Son dos cosas muy distintas…
—No,
no rompí, seguí tirándomela dulcemente, prometiéndole siempres y más adelantes.
— ¿De verdad?
—Sí.
— ¿Le hablaba como se
habla en esas historias sórdidas?
—Sí.
— ¿Le pedía que
tuviera paciencia y le prometía un montón de cosas?
—Sí.
— ¿Cómo hacía ella
para soportar todo eso?
—No lo sé. De verdad,
no lo sé…
— ¿Tal vez lo amaba?
—Tal vez.
Se terminó la copa de
un trago.
—Tal vez sí… Tal vez…
—Es increíble…
— ¿El qué?
—Esta historia… Ver de
qué depende… Es increíble.
—No, no es increíble,
querida… No, no es increíble. Es la vida. Es la vida de casi todo el mundo.
Actuamos con doblez,
nos las apañamos, tenemos siempre nuestra pequeña cobardía a nuestros pies como
un perrito faldero. La acariciamos, la amaestramos, nos encariñamos con ella.
Es la vida. Por un lado están los valientes, y por otro los que se acomodan. Es
mucho menos cansado acomodarse…
Si, acomodarse es más fácil cuando se nace cobarde.
ResponderEliminarUn abrazo Chaly
Se dan casos así, y lo que hay que hacer en pensarse antes las cosas, y no meterse en jardines, que luego no sabes como salir. La cobardía se presenta de miles de formas distintas.
ResponderEliminarAbrazo Chaly.
Es urgente aprender a volar cuanto antes, ¡pobrecilla!
ResponderEliminarAmoldamos la vida según nuestri caracter y valor, a veces se vive bien, otras es pura inquietud
ResponderEliminarBesitos !