Cualquiera podía enloquecerse con
ella, y si yo no caí fue porque ella no me lo permitió...
Al principio lo envidié, me dio
rabia su buena suerte, se conseguía a las mejores, las más bonitas; a mí, en
cambio, me tocaban las amigas de las novias, menos buenas, menos bonitas,
porque casi siempre una mujer hermosa anda al lado de una fea. Pero como yo
sabía que a él no le duraban mucho las aventuras, esperaba tranquilo con mi fea
hasta que él cambiara para cambiar yo también, y esperar a ver si esa vez me
tocaba algo mejor. Pero con ella fue distinto. A ella no la quiso cambiar, y yo
tampoco quise quedarme con ninguna amiga de ella: a mí también me gustaba. Pero
tengo que admitirlo: yo tuve más miedo, porque con ella no se trataba de gusto,
de amor o de suerte, con ella la cosa era de coraje. Había que tener mucho
huevo para meterse con ella.
—Esa mujer es una herida
Los dos estábamos en lo cierto, es de esas mujeres que
son veneno y antídoto a la vez. Al que quiere curar cura, y al que quiere matar
mata.
Me creía que te referías a "hacer la cobra"
ResponderEliminarLa prudencia es virtud también de hombres y muchas veces lo mejor es abstenerse.
ResponderEliminarUn abrazo.
Al tipo que se quedaba con las feas en espera de algo mejor, a ese tipo indecente, la cobra bien le podía matar, impresentable el tipo.
ResponderEliminarY me pasó como a Tracy al leer el título.
Besos
Solo aplica si ls mina está muy buena, y ni siquiera, si tenés dignidad.
ResponderEliminarSaludos.
Me pasó como a Tracy
ResponderEliminar:)
Pues què poderío de mujer.
ResponderEliminarBesos.
Ni para Dios ni para el diablo.
ResponderEliminarBeso