-Me alegro de haberte encontrado
a tiempo.
-¿Por qué? ¿Sucede algo?
-Nada en particular. Quería
decirte algo antes de que te marcharas.
-¿Sí?
-Quería darte tres consejos que
te serán de mucha utilidad.
-¿Cuáles?
-Prométeme que los cumplirás.
-Los cumpliré. Lo prometo.
Ella abrazó a su hermano,
conmovida.
-Te echaré mucho de menos.
Yocalla no será lo mismo sin ti.
-No, desde luego ¡Todos podrán respirar
tranquilos! Bueno, pequeña, ¿y esos tres consejos?
-El primero: sé tú mismo. No
olvides nunca que eres un Diu. Pero, ante todo, eres tú, eres como eres. Sea lo
que sea lo que te encuentres ahí fuera, no olvides nunca que tú eres tú, y que
tu hogar está aquí, en Yocalla, con nosotros.
Él meditó las palabras, muy
serio.
-El segundo es un consejo básico
que no debes olvidar: nunca confíes en nadie. Nunca dejes tu vida en manos de
otra persona, porque podría fallarte. Hazme caso, ¡vivirás más años!
-Estoy de acuerdo. ¿Y el tercero?
Larisa sonrió.
-Es el más importante. No debes
olvidarlo: nunca, nunca, nunca te enamores. Lo digo en serio. Te portas de una
forma muy estúpida cuando estás enamorado.
Él rió de nuevo, pero no había
alegría en su risa.
Coño lo que quería que cogiera una depresión como un piano. Si sigue dándole consejos, no llega a la puerta la calle. O quizás se habían enamorados los hermanos, ya no sé qué decir.
ResponderEliminarAbrazo Chaly.
Parece evidente que ese amor en que le ha pillado la hermana no le conviene.
ResponderEliminarUn abrazo.
Son consejos sabios, aunque de caer en ese tercero no se escapa nadie.
ResponderEliminarBesitos !!