—Pero cuando vuelvas… Y… No sé,
¿tú crees que debemos…? Yo estaría dispuesta… Estoy dispuesta a hacer todo lo
que me pidas. Pero, obviamente…, no bajo este techo… ¡Nosotros somos de los que
no…!
—Sí…, eso es. ¡Somos de los que
no…!
Se habían producido momentos de
silencio entre ellos.
—Si pudiéramos borrar lo ocurrido
esta tarde… Sería más fácil soportar tu ausencia…
—Lo recuerdas… Incluso entonces,
tú…
—Desde la primera vez que te vi…
—Y yo…, desde la primera vez… Si
me asomaba a la puerta…, todo parecía arena…, pero a un lado había un poco de
agua burbujeante. Y podía confiar en que siguiera manando siempre… Tal vez no
comprendas lo que te digo.
—¡Sí! ¡Claro que lo entiendo!
Estaban viendo paisajes…, dunas
de arena; hierba recién cortada… Un barco destartalado, un bergantín sin
mástil…
—Desde la primera vez…
—Si pudiéramos borrarlo…
—Claro que puedes. Corta el
tiempo desde esta tarde justo antes de las cinco menos dos minutos, fue cuando
te lo pedí y tú consentiste… Oí el reloj de la Catedral… Hasta ahora… Córtalo y
únelo… Puede hacerse… Sabes que se hace quirúrgicamente, para curar algunas
enfermedades, cortan un trozo del intestino y lo unen un poco más arriba… Creo
que en los casos de colitis…
—Pero no quiero hacerlo… Fue la primera
vez que me lo dijiste.
—No es cierto… Desde el primer momento…,
con cada palabra…
—¡Tú también te diste cuenta…! Algo
nos ha empujado… No podríamos haberlo evitado…
—¡Dios mío! Eso es…
De pronto vio un sauce llorón;
¡las cinco menos un minuto!
Acababa de decir: ¿Serás mi amante? Ella se había apartado
a un lado y se había tapado la cara con las manos… Una fuentecilla, a un lado,
de la que podía estar seguro de que no dejaría de manar nunca…
Y aunque sabía que su amigo
estaba disgustado… Se había sentido avergonzado. ¡Por primera vez en su vida,
se había sentido avergonzado! Marcelo le había susurrado:
—Teresa… No ha venido…
¡Por Dios…! Si hubiera pensado…
—Ella está bien. Ha tenido que ir
a otra fiesta… Voy a ir a verla…
Marcelo le había mirado con aire dubitativo
y triste, inclinándose y agarrándose al frío y húmedo pasamanos.
—Dile que… ¡Por Dios! Podría
matarte… Te ruego que…, te ruego que creas que la…, como si fuese la niña de
mis ojos…
Un fugaz vistazo le bastó para darse
cuenta de que tenía los ojos inundados de lágrimas. Los dos se quedaron largo
rato mirando los escalones de piedra.
—Bueno…
—Bueno…
Pero no había podido mirarle a
los ojos, aunque había notado cómo los ojos de su amigo exploraban penosamente
su rostro… Es como salir por la puerta de
atrás, había pensado, ¡qué extraño no poder mirar a la cara a un hombre al
que no vas a volver a ver nunca! «Pero,
por Dios, ésta no va a ser otra salida por la puerta de atrás… Tengo que
decírselo… Maldito sea si no hago un esfuerzo…».
Él no sabía cuánto tiempo llevaba
callado ni dónde había estado, unas olas irresistibles lo empujaban hacia ella.
Después de un buen rato, dijo:
—Bueno…
Teresa se echó hacia atrás.
—No iré a verte marchar… Trae
mala suerte… Pero nunca…, nunca borraré de mi memoria lo que me dijiste…
Luego se fue y la puerta se cerró.
Él se había preguntado qué era lo que no quería borrar de su memoria. ¿Que esa tarde
le había pedido que fuese su amante?
¡Cómo se complican la existencia algunos!
ResponderEliminarBesos
Me ha hecho ilusión leer una entrada que lleva ese título, no escuchaba la palabra obtusángulo desde que estaba en el colegio, ¡qué bueno!
ResponderEliminarQue puesto estás en todo. Como dice Tracy, yo creo que esa palabra no la escuchaba desde que tenía catorce o quince años.
ResponderEliminarAbrazo Chaly.
Rectángulos, obtusángulos y acutángulos.
ResponderEliminarUn abrazo.