Los ojos de ella estaban abiertos
y le observaban. Un agradable calor la invadía. Era curioso. Todos tenían el
mismo aspecto cuando ella los besaba, cuando las caras estaban tan juntas que
los dos ojos parecían fundirse en uno, antes de cerrarse. Por lo menos en eso
no era él diferente de los otros.
Apartó la cara y apretó la cabeza
de él contra su pecho.
Notó que el apretaba los dientes
fuertemente e intentaba volver la cabeza, pero se lo impidió, sujetándolo
contra ella. Lo miró, sonriendo ligeramente, como para ella misma. Eso era lo
más maravilloso de todo. Cómo conseguía dominarlos, el poder que tenía sobre
ellos.
Por eso le gustaba ser mujer.
Porque, al final, ella era siempre la más fuerte.
El mal llamado sexo débil.
ResponderEliminarUn abrazo.
No será para tanto...o sí.
ResponderEliminarComo dice Macondo, el mal llamado sexo débil. Aunque en realidad fuertes para muchísimas cosas y débiles para muchas otras.
Besos
y sus besos parecían tener cierto magnetismo.
ResponderEliminarBesitos :)
Quién dijo sexo débil?
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