viernes, 8 de diciembre de 2017

0107: el amigo fiel

La fuga de su mujer lo había dejado casi sin emociones y no había pronunciado más de veinte palabras sobre el particular. La mayor parte se las había dicho a su padre.
—¿Te divorciarás?
—No lo sé
—¿Permitirás que ella se divorcie de ti?
—Si ella quiere. Hay que pensar en el niño.
—¿Transferirás su mesada al niño?
—Siempre que pueda hacerse sin discusiones.
—¡Ah! Cenaré en el club.
Crispín consideraba que la relación con su padre era casi perfecta. Eran como dos miembros del club —el único club—; estaban tan de acuerdo que no necesitaban hablar.  
Al día siguiente de la fuga de su mujer, Crispín le había dicho por teléfono a su hermana Elena:
—¿Te importaría hacerte cargo de Tomas por un tiempo indefinido? Margarita irá con él. Se ha ofrecido a ocuparse también de tus dos hijos menores, así que te ahorrarás una niñera y yo pagaré.
—Desde luego, Crispín.
A Macario, Crispín le había dicho:
—Sylvia me ha dejado por ese tal Pérez.
—¡Ah!
—Voy a dejar la casa y a guardar los muebles en un depósito. Tomas se irá con mi hermana Elena.
—Entonces necesitarás tus antiguas habitaciones. Me mudaré mañana, si es posible.
Esa mañana en el desayuno, cuatro meses después, Crispín había recibido una carta de su mujer. Le pedía, sin la menor contrición, que le permitiera volver. Estaba harta de Pérez.
Crispín miró a Macario. Macario se había levantado de la silla y lo miraba con los ojos acerados muy abiertos y le temblaba la barbilla. Cuando Crispín habló, Macario tenía ya la mano en el cuello de la licorera de cristal llena de whisky.
—Sylvia me pide que la deje volver.
—Tómate esto.
Crispín estuvo a punto de decir «No» de forma mecánica. En lugar de eso respondió:
—Sí. Tal vez. Un vaso de licor.
—¿Vas a permitirle volver?
—Supongo que sí.
—Será mejor que te tomes otro.
—Sí. Gracias. Sí, en principio, estoy decidido, pero me tomaré tres días para pensarlo con detalle.
Daba la impresión de carecer de sentimientos al respecto. Todavía le rondaban por la cabeza ciertas frases insolentes de la carta de Sylvia. Prefería una carta así. El whisky no alteraba su manera de pensar, pero parecía ayudarle a evitar los temblores.
Macario dijo:
—Ojalá rechaces a Sylvia. ¡Por Dios, cómo me gustaría! ¿Por qué dejar que destroce el resto de tu vida? ¡Ya ha hecho bastante!

4 comentarios:

  1. Los buenos amigos están para esas ocasiones en las que no tienes la cabeza para razonar por tu cuenta.
    Un abrazo.

    ResponderEliminar
  2. A veces los amigos son mejores que la familia.

    ResponderEliminar
  3. Un buen amigo y un buen whisky indudablemente pueden hacer que veas las cosas con mayor claridad.

    Besos

    ResponderEliminar
  4. Al amor y el desamor, la rabia y el licor, quien no pasó por ello al lado de un buen amigo

    Besos

    ResponderEliminar