Me miró fijamente. Era una chica
bastante lista. Tenía diecinueve años, dos más que yo. Estaba en el segundo
curso de la Facultad de Economía y yo en el último de bachillerato. Siempre había
sido una «calentona» desde que llegamos a esta casa. El año pasado, después de
remangarse la falda casi por encima del ombligo cuando subía tras ella por las gradas, dio media vuelta y me sonrió.
— ¿Te gusta este chumino de pelo negro
y rizado?
Casi me caí. No podía
creer lo que acababa de oír. Eso ocurrió el año pasado, cuando yo tenía solo
dieciséis años, y lo único que había hecho hasta entonces era masturbarme constantemente.
—Estás muy crecido para tu edad. Quiero
estar contigo. Creo que la tienes grande, Luiz. ¿Cuándo podemos empezar a
practicar?
Me dejó atónito y la miré
fijamente.
— ¿Cómo sabes mi nombre?
—Me llamo Katty, pronto descubrirás
que sé todo lo que sucede en esta casa. Mi padre es el propietario.
Vivía un piso debajo del nuestro,
y antes de que yo pudiera decir otra palabra entró en su casa. Al cabo de un momento
se abrió la puerta de su piso y asomó la cabeza.
—No olvides conseguir condones, no
tengo intención de quedar embarazada.
Siempre es importante saber qué es lo que se quiere y qué no. Como lo hace ella.
ResponderEliminarSaludos,
J.
Katy va directo al grano y sin vueltas...
ResponderEliminarBesos, Chaly.
Sabe lo que quiere y lo que no también!
ResponderEliminarBesos =)))
El camino más corto entre dos puntos es la línea recta. ¿Para qué dar rodeos?
ResponderEliminarUn abrazo.
Las chicas de diecinueve años no discriminan ninguna edad a la hora de pasarlo bien.
ResponderEliminarSaludos.
La Katty va de tiro hecho. Tiene las ideas bien claritas... en fin a Luiz que queda poco para estrenarse.
ResponderEliminarBesos !!
Teniendo las cosas claras la mitad del camino ya está recorrido.
ResponderEliminarBesos
¡Vaya con Catalina!
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